Londres, año 2058: sólo queda la obra de Dominique Gonzalez-Foerster

LONDRES.-  Año 2058. Lluvia y más lluvia. Londres, la gran metrópoli europea, está literalmente inundada. Una situación catastrofista en la que sólo unos pocos disponen de un lugar para resguardarse del diluvio. Ese refugio, en el que unos cuantos afortunados —en su mayoría seres orgánicos— pueden cobijarse, se llama Turbine Hall.

ampliar foto

Paco de la Coba

Todas las imágenes corresponden a la muestra de Dominique Gonzalez-Foerster en la Tate.

Este párrafo podría ser el comienzo de cualquier libro de Ray Bradbury o quizá una de las secuencias de una película de Ridley Scott. En realidad, se trata del entorno creado por la francesa Dominique Gonzalez-Foerster, con su exposición TH.2058. Esta muestra de arte monumental estará abierta al público en la Sala de Turbinas de la Tate Modern hasta el próximo 13 de abril de 2009. Elegida por la prestigiosa Unilever Series, la artista ocupa el atrio principal del museo con una exposición futurista que muestra las obsesiones que la han perseguido durante los últimos 20 años.

La Sala de Turbinas se convierte en el último refugio de algunos seres orgánicos que han sufrido mutaciones a consecuencia del diluvio. La artista francesa se encarga de aumentar en un 25% el tamaño de varias esculturas de artistas como Louise Bourgeois, Alexander Calder, Henry Moore, Bruce Nauman o Mauricio Cattelan. Estas monumentales figuras quedan esparcidas entre los más de 3.000 metros cuadrados de la sala principal del Tate Modern y junto a ellas, unas 200 camas. En ellas, el visitante puede tumbarse, cerrar los ojos y trasladar su mente hasta el año 2058.

Pero, en este universo utópico, también hay tiempo para la lectura: desde 'Ficciones', de Jorge Luis Borges, hasta 'El Mal de Montano', de Enrique Vila-Matas. Un total de 20 títulos esparcidos por las literas que guardan un mensaje simbólico y que, de alguna manera, han marcado la vida de la artista. Para otorgarle un cierto realismo a la exposición, Dominique Gonzalez-Foerster proyecta sobre una pantalla gigante 'The Last Film'. Se trata de un collage de escenas extraídas de varias películas como 'Mission to Mars' de Brian De palma o 'Toute la mémoire du monde' de Alain Resnais y que "narran la historia de ese momento: la lluvia, el refugio". La exposición pretende, como la misma artista reconoce, "que el visitante tenga ganas de disfrutar y pasar tiempo en ella, ya sea un aficionado al arte o un niño".

¿Qué intenta transmitir con TH.2058?

La idea es hacer algo que no se ve mucho en las artes visuales, pero que sí vemos en el cine y la literatura y que surge de la ciencia ficción. Esto quiere decir mirar al futuro para hablar del presente. Lo que intento transmitir es en qué se va a transformar ese lugar (el Turbine Hall) en el año 2058 y qué quiere significar ese lugar. A partir de esa ficción, la exposición trata de construir un refugio, un archivo, que es también una alternativa al museo.

¿En qué sentido su exposición es una alternativa?

Es una alternativa quizá en la manera de organizar las colecciones en el Tate Modern. En este refugio encontramos libros, películas y esculturas. Como en las primeras y últimas películas de Jean-Luc Godard, hay una especie de plataformas artísticas en las que podemos pasar de una cita (de un libro) a una imagen o a una música. Existe esa relación que no hay normalmente en las colecciones o en las galerías, que tienen una relación más estructurada en la historia del arte. TH.2058 utiliza la idea de la ficción para hablar de arte.

En el 2058 la lluvia incesante inunda la ciudad de Londres… ¿No es una exposición un tanto apocalíptica? ¿Forma parte de sus obsesiones el miedo a una posible catástrofe?

Yo he crecido y he formado parte de una generación de gente que ha nacido con la Guerra fría y ha crecido con el miedo de la bomba atómica. Es un miedo que está presente en la sociedad. No es que yo sea pesimista, sino que existe una memoria colectiva acerca de estos miedos y ello está reflejado en esta obra. En TH.2058 no sólo está expuesto el cataclismo, también se exponen los archivos del mundo.

¿Qué significan para usted los libros que hay colocados sobre las camas de la exposición?

Forman parte de una bibliografía para el proyecto. No todos tienen que ser de ciencia ficción. Por ejemplo, '2666' de Bolaño no es verdaderamente una obra de ficción sino que es un libro que se desplaza en el tiempo. 'Un homme qui dort' de Perec tampoco es una obra totalmente de ciencia ficción, sino que sería una percepción paralela. Estos libros, o bien son referencias que tengo desde hace tiempo para este proyecto, como 'The Man in the High Castle' de Philip K Dick, o bien son obras que yo he leído recientemente como 'El mal de Montano' de Enrique Vila-Matas, de quien me apasiona su manera de anexionar toda la literatura y de hacer de cada libro una biblioteca. Creo que todos somos hijos de Borges, en el sentido de que podemos crear una obra que funciona como un escalón, entre las cosas de antes y después.

Esculturas monumentales que han aumentado un 25% su tamaño…

Son todas figuras animales y orgánicas: como el flamenco, la araña, la manzana o el esqueleto de un gato. Existe una dimensión que sería algo entre un museo de historia natural y el Arca de Noé. Una de las cosas interesantes que hay en estas figuras es su capacidad de representar algo vivo.

¿Son esas esculturas gigantes las que sobrevivirán a ese diluvio?

O las que intentaremos salvar. Quizá es más importante salvar a los animales gigantes, pero es sólo una hipótesis. Al principio tenía un grupo más grande de esculturas y ello me ayudó a pensar alrededor de lo orgánico, de la animalidad. Al final, cuando observé la parte de la película 'La Jetée', de Chris Marker, en la que la pareja se pasea en el museo de historia natural alrededor de la estructura del esqueleto, me di cuenta que es eso lo que realmente nos construye.

La 'Maman' de Louise Bourgeois… ¿Era una escultura obligada a colocar en su exposición?

No, es una doble idea. Por una parte es genial porque es, efectivamente, un animal y un espacio; por otro lado es fantástico porque ya estaba aquí, en la Tate Modern. Es por ello que también está Bruce Nauman, porque ambos tienen una memoria en este espacio (el Turbine Hall). El contexto de una exposición no es solamente su espacio, sino también su historia.

Para sosegar las mentes que están en el refugio, nada mejor que una buena sesión de cine...

'The Last Film' es una ficción en la ficción y al mismo tiempo es lo que da realismo al conjunto. Conocemos esas películas por lo que nos parece real. Consiste en imaginar que hemos reencontrado trozos de películas y que con eso hemos construido un collage. Es un ensamblaje que narra la historia de ese momento: que narra la lluvia, el refugio. Es excitante, ya que se juntan grandes producciones como 'El planeta de los simios' con cine experimental como 'La Region Centrale', de Michael Snow. Es un lujo poder trabajar con estas referencias extraordinarias, hacerlo con 'Fahrenheit 451', dirigida por Truffaut o con 'Alphaville' de Godard. Es casi un sueño.

¿Escogió la música porque vive en Brasil?

Cuando empecé el proyecto TH.2058, mi mente se trasladó a 1958, con los comienzos de la bossa nova. Es por ello que la canción de Arto Lindsay fue como el elemento más viejo. Es una especie de bossa nova reciclada. También es porque conozco a Arto y también por mi experiencia y memoria brasileña.

Usted ha transformado, junto a artistas como Philippe Parreno y Pierre Huyghe, la escena artística de los años 90. ¿Cree realmente que existe este grupo de artistas?

Sí, pero dentro del grupo también de artistas que no son franceses, como por ejemplo, Mauricio Cattelan. No es un grupo y tampoco una generación. Podríamos llamarlo 'una geometría variable' con diferentes aspectos.

¿Es 'Les Inmatériaux' de Jean-François Lyotard la referencia artística por excelencia de su generación?

Dominique Gonzalez-Foerster.

'Les Inmatériaux' es una de las referencias, pero no la única. Yo he visto esta obra y es verdad que para Pierre, Philippe y para mí es un modelo. Creo que estamos de acuerdo en decir que la exposición es un medio. No somos pintores o escultores, lo que practicamos es la exposición. A partir de este hecho, todas las exposiciones radicales son interesantes como la de Jean-Luc Godard en el Centre Pompidou o 'Les Inmatériaux'. Todo lo que mueve un poco los límites puede ser una referencia para nosotros.

¿Se siente privilegiada de haber sido escogida por la Unilever Series?

Sí. Es una suerte extraordinaria. Es como si hubiera trabajado en pequeñas películas y ahora tuviera la oportunidad de hacer un largometraje.

La interacción del público con la obra, ¿es obligada para que se sienta implicado?

Siempre tengo la idea de que un trabajo tiene que ser multidimensional y con muchas aperturas. Lo más importante de una exposición es que el visitante tenga ganas de pasar tiempo en ella, ya sea un aficionado al arte o un niño.

Para saber más

• Información de la exposición de Dominique Gonzalez Foerster en la web de la Tate Modern.