Existen personas mágicas con la capacidad de aglutinar hechos y amigos. Vividores de experiencias que legan una herencia infinita. No, no me refiero a Pocholo, Jaime de Marichalar o al ya mítico Jaime de Mora y Aragón. Señalo y acuso a un Grande de España, sin título por extravío o seguramente por olvido intencionado, D. José Bello Lasierra.
Si le llamamos por su nombre, completo casi puede esquivar su verdadero yo, el yo con el que su compañero de habitación le bautizó al llegar a Madrid: Pepín. Diminutivo cariñoso, calificativo perfecto que sólo Federico (García Lorca), su amigo y compañero, pudo afinar así. Porque Pepín, para los pocos que no lo sepan, perteneció a una generación espléndida de españoles dedicados a la pintura, la escritura o en general a la creación. Da igual que fueran toreros o futbolistas, Pepín les conocía, habían perseguido faldas juntos, tomado una cerveza, trasnochado o simplemente hablado en un café de Madrid.
De esa generación, llamada del 27 destacaron todos o casi todos sus amigos. Aquellos que pasaron por la Residencia de Estudiantes o que se aproximaron tanto a ella que acabaron por fundirse en un solo grupo (Luis, Salvador, José Maria, Rafael…). Estos compañeros de desayunos y refriegas, unidos por la lejanía del hogar, se reunían en multitud de ocasiones en citas donde las confidencias, la imaginación y la inquietud se solapaban, sin saber cuándo era verdad o invención las historias que allí se formulaban. Lorca denominó estas reuniones como 'La desesperación del té'.
Con este mismo título, la Editorial Pre-Textos ha publicado las memorias noveladas de Pepín Bello escritas por José Antonio Martín Otín. No sabemos si este término da cabida a lo que realmente es el libro, quizá se trate de unas fábulas biográficas con origen real. Da igual qué haya de cierto o incierto, qué dijo Pepín o qué literatura de más ha introducido el autor, lo importante es que este libro respira Pepín. Quizá porque Bello abrió, como hizo con tantos otros, su amistad al autor del libro, oscense como él.
Petón, alias con el que es conocido el autor en el mundo balompédico, saca partido a las horas de cervezas que compartió con Pepín. En tono amable y sosegado, nos narra las experiencias que protagonizó Bello junto a otras extraordinarias figuras culturales de la España contemporánea. Sólo el ex futbolista, representante, y contertulio deportivo ha podido recoger las reflexiones de una manera fehaciente. Léanle, merece la pena. Pero eviten escucharle por la radio.
Pepín, junto a García Lorca, Juan Centeno y Louis Eaton Daniel, en 1924.
Bello fue cómplice de los miembros del 27 al igual que de otros autores (Gerardo Diego, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Pedro Salinas…). Estuvo siempre excepcionalmente rodeado y fue inspirador de muchas obras (véase las ideas que aportó a 'Un perro andaluz' o el poema 'Tardecilla del Jueves Santo' de Lorca) y, sin embargo, ¿carece de obra? A Bello se le suelen atribuir dibujos y dos obras teatrales en colaboración de Alberti (perdida) y Buñuel (una versión un tanto peculiar de 'Hamlet' que se conserva en forma de antología). Puede resultar escaso para considerar a Pepín como una figura crucial en la historia de la cultura española.
Afortunadamente las virtudes de Pepín escapan a lo que dejó escrito, evitando el encasillamiento como cualquier artista convencional: "tengo de poeta lo mismo que de marciano", renegaba él. Enrique Vila-Matas afirma en 'Bartleby y compañía', "En España, Pepín Bello es el escritor del No por excelencia, el arquetipo genial del artista hispano sin obras. Bello figura en todos los diccionarios artísticos, se le reconoce una actividad excepcional, y sin embargo carece de obras". Acción surrealista o locura permanente, el propio José Bergamín se preguntaba si no sería Pepín el fundador del surrealismo español.
Personaje generoso, único, de memoria ejemplar y modales exquisitos (un señor de los de antes) departió con todos y fue el amigo que unos cuantos genios necesitaban. El denominador común, la estructura sólida del que siempre estaba ahí para crear, reír o caminar. No fue Pepín el que los buscó, fueron ellos los que le necesitaron a él, convirtiéndole en el archivo que les sobrevivió y bañándole en el acto surrealista de vivir 103 años. Un día charlando de Pepín con un amigo me comentó: "¡Qué importante es saber rodearse bien!" Lo que mi amigo Infame desconoce es que, al contrario que Pepín, fui yo quien les busqué a ellos, a los Infames.
Para aquellos que deseen saber algo más de este fabuloso hombre o de sus diversas experiencias, os recomendamos una serie de libros a fin de saciar vuestra curiosidad.
*Alfonso Tordesillas, Gonzalo Queipo y Francisco Llorca forman el colectivo literario 'Tipos Infames'.
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