Miedo a una muerte ridícula

Un año más llega el día de Todos los Santos. Oleadas de gente visitando los cementerios para honrar a sus muertos, mientras que otros duermen la resaca de las miles de fiestas de Halloween celebradas la noche anterior en cualquier discopub de barrio. La muerte es lo que tiene, que a todos nos llega tarde o temprano.

El gran Jimi, recordado por morir ahogado en su vómito.

¿Cómo te gustaría morirte? Seguro que todos nos hemos hecho la pregunta alguna vez y todos hemos pensado lo mismo: sin dolor, dormido, tranquilo, con todo arreglado, rodeado de los míos... Sea como sea, una muerte rápida, dulce y digna. Porque hasta para morir hay que tener estilo. Todos queremos que nos recuerden por nuestras obras y no por nuestra muerte. Lo peor que nos puede pasar es morirnos por una bobada, por un 'pa'habernos matao' y que pasemos a la historia como 'el que se murió despeñado por un barranco enganchado a una gallina'.

Los famosos son muy de montar números. No hay nada que irrite más que una folclórica diciendo eso de "me gustaría morirme con mi público encima de un escenario". Pues no, señora, a nadie le apetece pagar una entrada para ver cómo en directo le da un jamacuco a un vejestorio con bata de cola en mitad del estribillo de su gran éxito. Aun así, algunos han tenido una muerte no demasiado digna. Una muerte por la que han pasado a la historia, para su desgracia. No todos han llegado a la ridiculez de una muerte absurda como la del escritor Tennessee Williams, que se ahogó al tragarse el tapón del tubo de medicamentos que estaba intentando abrir con la boca, pero casi.

Lo de la asfixia es algo muy común entre las estrellas del rock. Bon Scott y Jimi Hendrix fallecieron ahogados en su propio vómito, algo muy de rock star tras una noche desenfrenada. El cantante de AC/DC lo hizo por una intoxicación etílica y Hendrix, tras mezclar pastillas para dormir con vino. Otros en cambio se ahogaron por bobadas. Mama Cass Elliot, la obesa cantante de Mamas and the Papas, falleció atragantada mientras comía un sandwich, aunque son muchos los que dicen que es leyenda urbana. Divine, la travesti musa de John Waters, tuvo una muerte más absurda y ridícula: su obesidad le impidió darse la vuelta en la cama mientras estaba durmiendo y se ahogó con su propio peso. Cosas que pasan.

La carretera ha sido la causante de grandes pérdidas en la música. Accidentes, derrapes, asfalto en mal estado, dormirse al volante... Decenas y decenas de grandes artistas han perdido la vida en un automóvil. Stiv Bators, cantante de los Lords of the New Church, se hizo famoso en los 80 por temas como 'Live for today' o 'Dance with me', aunque, en realidad, en España se le recuerda por bajarse los pantalones en directo en el programa 'La Edad de Oro' y enseñarle sus cosas a Paloma Chamorro. Tras grabar una particular versión del tema de Madonna 'Like a virgin', estaba en una calle de París esperando a su novia sentado en la acera fumándose un cigarro cuando un coche que estaba aparcando le dio un golpe aparentemente sin importancia. Stiv Bators se levantaba como si nada, aunque varias horas después caía muerto reventado por dentro. Moraleja: fumar mata.

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El día que murió Elvis.

La vida de Stiv Bators estuvo plagada de excesos, drogas y paseos por el lado salvaje, para luego morir de la manera más estúpida posible. Algo parecido a lo que le ocurrió al trompetista de jazz Chet Baker. Politoxicómano declarado, estuvo varias veces al borde de la sobredosis, pasó por la cárcel, tuvo todo tipo de enfermedades y los camellos le dieron varias palizas y le rompieron los dientes y huesos varias veces. Al final, Baker falleció al caerse de una ventana desde un segundo piso.

De buenas intenciones está el infierno lleno. Que se lo digan al pobre Billy Murcia, miembro de los New York Dolls, que tras una noche de juerga con su novia con pasote de todo tipo de sustancias quedó inconsciente. Su novia, que también andaba muy perjudicada, pero seguía despierta, se acordó de que el café despeja y ayuda a espabilarse, así que se fue a la cocina a preparar litros de café. La chica cogió la cabeza de Billy Murcia, le abrió la boca y le empezó a dar de beber café. Nada dañino, ¿verdad?. Hombre, depende, si estás inconsciente, te abren el gaznate y te empiezan a meter litros y litros de café lo normal es que termines con los pulmones completamente encharcados... y muerto.

Ser estrella del rock es lo que tiene, que estás en el punto de mira las 24 horas del día y toda una carrera llena de éxitos se puede malograr por un traspiés y hacer que todos te recuerden por tu estúpida muerte. El pobre Elvis Presley, paradigma de la elegancia y un icono tanto en estilo de vida como en la historia de la música, tuvo una muerte nada glamurosa. Según cuenta Peter Guralnik en su libro biográfico sobre el rey del rock 'Amores que matan. Elvis, la destrucción del hombre', su novia de entonces, Ginger, se despertó y encontró a Elvis tirado en el suelo del cuarto de baño, con los pantalones por los tobillos y el rostro enterrado en un charco de vómito.

Elvis tenía muchos problemas intestinales por el continuo uso de drogas y sufría de estreñimiento crónico. La autopsia desveló que el intestino grueso estaba a rebosar y que es posible que el ataque le hubiese sobrevenido mientras hacía esfuerzos titánicos sentado en la taza del váter por intentar vaciar sus tripas. Una cagada de muerte, vamos.

Para terminar el más bobo de todos los bobos. Que el agua y la electricidad no son buenas compañeras lo sabemos desde que tenemos cinco años. Bueno, pues el día que dieron esa lección en el colegio el francés Claude François hizo pira. El ídolo de toda una generación ye-ye junto a Dalida, Sylvie Vartan o Johnny Halliday no tuvo otra ocurrencia que ponerse a cambiar una bombilla del cuarto de baño recien salido de la bañera y sin secar. ¿Resultado? Clo-Clo a la brasa.