Llega a nuestras pantallas la segunda cinta del director de 'El maquinista', esta vez como coproducción alemano-española. Estamos en el mítico ferrocarril que une la parte europea de Rusia con su lado oriental, Mongolia y China, y la idea es que pasemos miedo... y frío. Aunque parece que nuestros críticos no lo han visto igual: para Etxea, "se veía venir; el tren y el desenlace", en cambio, para Volpini, "a quienes nos gusta el cine de aventuras, aquí tenemos cine de aventuras".
El tren tiene ese discurrir prodigioso. Subes a él y, salvo por accidente (por ejemplo, que el tren vaya a otro sitio), llegas a donde quieres ir. Está además el descarrilamiento, el atentado, el infarto al bajar de la litera, el que te arrojen del tren en marcha y el ataque de los indios, pero lo más probable es lo primero. O te has equivocado de tren, o el tren te lleva. A esa ventaja añade el encanto del restaurante o la cantina sobre rieles, el que no vas ni rápido en exceso ni demasiado lento: lo suficiente para ver el paisaje y no aburrirte, el que conoces gente. Conocer gente es bueno. Con frecuencia, bueno para la gente. Jessie y Roy, santos de los últimos días, deciden emplearlos en regresar a casa por el camino largo: al aeropuerto en el Transiberiano. Basta con mencionarlo y un escalofrío te recoloca la columna vertebral: ¡eso sí que es un viaje! Pero el ser animal con apariencia humana y conducta que el animal no aprobaría debe recordar siempre que el tren, el tren también, es para el que se lo trabaja.
Película de acción y de 'suspense', con un Woody Harrelson para matarlo a formas consagradas —que para eso es hombre de Iglesia—, o sea que muy bien; una Emily Mortimer perfecta; un Ben Kingsley al modo americano cuando se habla de funcionarios rusos; una Kate Mara sufridora; y un Eduardo Noriega inquietante (mucho más creíble en inglés que en español: pudiera ser porque el español lo lleva aprendido de niño y a los niños aquí se les enseña poco a hablar su idioma, mientras que el inglés se lo habrán enseñado con sentido).
A quienes nos gusta el cine de aventuras, aquí tenemos cine de aventuras.
Billetes en taquilla para el Transiberiano.
Se veía venir; el tren y el desenlace. Repito lo que ya se sabe: en esta vida algunos lo hacen todo por un puñado de rublos, hasta morir o matar. Película previsible que utiliza recursos tan sugerentes como el mítico ferrocarril que va de Pekín a Moscú a través de las nevadas estepas de Siberia. Recorre, eso sí, hermosos paisajes que saben a poco comparados con los kilómetros de celuloide digital que han debido de rodar. 'Transiberiano' es uno más entre los muchos largometrajes que nos cuentan historias siguiendo el 'traquetreo' de las vías del tren. Resulta innecesaria, aunque podamos reconocer que es correcta y hasta entretenida. Si el director quería emular a Hitchcock viajando en el 'Orient Express', esta coproducción europea —incluida España— le ha salido hermana pobre.
Que tiene su misterio, sí, de eso se trata. La pega es que, como espectador, no hay suspense porque a Brad Anderson le da por echar tantas miguitas, para que no nos perdamos por el camino trazado, que nos lo cuenta casi todo antes de tiempo. Demasiados tópicos en esos diálogos de taberna y compartimento que sirven de relleno a la acción. Al pobre Eduardo Noriega, con eso de ser hispano entre rusos, chinos y gringos, le ha tocado cargar con el personaje más estereotipado, lleno de tacos y lugares comunes. Está bien Woody Harrelson de americano que no se entera de nada, o no se quiere enterar de tan bueno que se lo hace. ¿Para salvar su relación? O para entregar a la novia en manos del primer malvado que tenga un poco más de 'salero'. Por su parte, las chicas, parejas de los dos protagonistas masculinos, Emily Mortimer y Kate Mara, están en su sitio. De Ben Kingsely, como detective sui géneris, nada que objetar, pero es que este actor puede con cualquier cosa. Poco papel para tan buen maestro. Lo dicho, una más en la cartelera y ¡mira que me gustaría viajar de cine en el 'Transiberiano!
*Federico Volpini y Dr. Etxea son nuestros colaboradores de cine.
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