Que a una mujer le apetezca tener relaciones sexuales en abundancia no se puede considerar una patología. ¿Es la palabra ninfómana tan escandalosa como para rasgarse las vestiduras? Nuestros sexólogos aclaran los límites entre apetencia y compulsión.
Belén Fabra, durante la presentación de la película 'Diario de una ninfómana'.
El estreno de la película 'Diario de una ninfómana' ha actualizado el siempre polémico tema de la ninfomanía, al supuestamente poner trabas algunas empresas ligadas a la Comunidad de Madrid al cartel publicitario, según ha denunciado el director del film, Christian Molina. Resulta sorprendente la palabra ninfómana cause tal ataque de moralina. ¿Cúal es el problema? Parece socialmente aceptado el hecho de que una mujer puede dar rienda suelta a sus deseos sexuales con la misma libertad que históricamente ha disfrutado el hombre. Ya no estamos en el siglo XIX, cuando el puritanismo imperante generaba tratados como 'Psicopathia sexualis', en el que el psiquiatra alemán Krafft-Ebing, coetáneo de Freud y catedrático de Psiquiatría en Viena, demonizaba la sexualidad no creativa. Así, no dudaba en calificar la ninfomanía como una grave degeneración psíquica que podía desembocar en colapso mortal. Durante años se consideró una enfermedad y se difundió una visión negativa del deseo como algo perverso y nocivo para la salud tanto física como mental.
Los hombres inundan sus sueños eróticos de mujeres insaciables que siempre piden más. Pero a la hora de enfrentarse a una de esas féminas a las que el sexo les gusta más que comer con los dedos afloran esos temores heredados
La sexualidad femenina siempre ha estado guardada bajo llave. Abrir la cerradura y dejar que el deseo circulara libremente ha costado siglos de lucha por la igualdad y por el respeto personal. Sin embargo, la ninfomanía aún suscita recelos. Los hombres inundan sus sueños eróticos de mujeres insaciables que siempre piden más. Pero a la hora de enfrentarse a una de esas féminas a las que el sexo les gusta más que comer con los dedos afloran esos temores heredados. Desde el punto de vista clínico, no se trata la ninfomanía en sí, sino la compulsión y la obsesión relacionada en este caso con el sexo, cuya terapia es similar a la que se aplica a un adicto a la comida, a las compras o a las emociones límite, por ejemplo. Es decir, que la voracidad sexual no es un problema. El conflicto lo plantearía la existencia de un trastorno obsesivo-compulsivo. De hecho en más de 20 años de consulta no he tratado a una sola ninfómana. Si una persona desea mantener relaciones sexuales consentidas, nadie debe etiquetar cuánto es mucho o poco. Para algunos, tres veces por semana será mucho y para otros seis será sinónimo de escasez. ¿Son 15 encuentros sexuales demasiados? ¿A quién no le gustaría experimentar un frenético ritmo sexual durante una temporada?
En realidad, la ninfomanía es un concepto más literario que clínico, el término proviene de las ninfas griegas, y también se asocia con los labios menores a los que se denomina ninfas. La definición masculina sería satiriasis, pero entre los profesionales ambas acepciones se usan muy poco. La libertad de vivir la sexualidad como se quiera es el primer mandamiento.
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