Las castañuelas, el osito de Tous, el Chupa-chup, el yogur Danone, la lata de berberechos, la muñeca Nancy, las aceitunas rellenas… todos tienen en común lo mismo: que miles de empresarios españoles piensan al verlos ¿cómo no se me habrá ocurrido nunca algo así?, y siguen soñando con encontrar una idea o un producto tan revolucionario como estos.
La innovación suele aparecer en todos los recetarios para superar las crisis económicas. Y en eso, el diseño suele ser una herramienta útil. Como si lo intuyera, Juli Capella acaba de lanzar su libro Made in Spain, 101 iconos del diseño español editado por Electa.
La innovación consiste en modificar los objetos o los procesos para hacerlos mejores. En el caso del diseño tiene la ventaja de que sin aumentar los costes de producción, materiales, etc. los objetos bien diseñados son objetivamente más funcionales, más bellos, o más deseados. O lo que es lo mismo, mejores. Y por tanto, competitivos.
Hay que reconocer que el libro es oportunísimo, aunque es imposible que lo tuvieran previsto. Un recorrido por los hitos principales del diseño patrio, iniciativas que se han convertido en símbolos de la imaginación empresarial, referentes casi tópicos del poder de las ideas.
Una idea sencilla puede convertirse en un éxito en el mercado, algunas empresas a partir de un concepto han sido capaces de montar auténticos imperios… ¿dónde está la clave de esos éxitos frente a otros artilugios que nunca llegan a funcionar? Ojalá lo supiéramos, pero una cosa está clara: en casi todos los casos, un buen diseño está detrás.
Están por un lado los más conocidos y reconocidos, los que se mencionan siempre. Ya saben, la fregona, un invento de Manuel Jalón, ingeniero aeronáutico de la base militar de Zaragoza; o el futbolín de Alejandro Finisterre; o el Chupa-chups, del catalán Enric Bernat. El libro de Capella recoge la audacia de estos y otros inventos, pero sin eludir que detrás suele estar una gestión empresarial y comercial tanto o más imaginativa.
Junto a ellos encontramos otros menos tópicos, pero que como marca, producto u objeto se han convertido en referencias. Así, no duda en incorporar al Barça, a Mortadelo y Filemón, los carteles que Juan Gatti hace para las películas de Almodóvar, la aceituna rellena, la estufa Super Ser o el frasco de Agua Brava que André Ricard diseñara para Puig en 1968 y que sigue utilizándose sin apenas modificaciones.
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