Siento una extraña mezcla de decepción e indignación ante esta última película de Woody Allen, 'Vicky, Cristina, Barcelona', absolutamente infumable. Realmente se puede llegar a pensar que el cineasta norteamericano se está cachondeando de nosotros, de los europeos y latinos en general, y de los españoles y barceloneses en particular. O es así o lo que es peor, el viejo Woody está comenzando a anunciar una senectud nada presentable en el terreno del guión y dirección cinematográficos.
Scarlett y Bardem en el parque de atracciones del Tibidabo.
¿Cómo es posible que este hombre siga teniendo esta imagen tan tópica de lo español? No hay por donde cogerlo, mírese por donde se mire.
Resulta de todo punto intolerable que se siga utilizando la guitarra española para desencadenar el sentimentalismo amoroso, y mucho más si lo que suena es 'Juegos Prohibidos', y no digamos el socorrido 'Entre dos aguas' de Paco de Lucía, o una canción de cabecera de letra irreconocible y aires latinos con pretensiones de originalidad. Por favor, Woody, siempre fuiste un magnífico degustador de jazz urbano y lo encajabas perfectamente en tus películas… ¿Sabías que el mejor jazz español siempre estuvo ligado a Barcelona? Ni puta idea, claro. Montoliú, Sabatés, Santi Arisa…no deben figurar en tu extensa discografía.
En cuanto a la arquitectura, peor no se puede hacer. Estas imágenes de postal, de turista americano mostrando a Gaudí como lo más exótico del mundo, en clave castiza de toros y flamenco, topicazo fachada-casa-Milá incluido; esas tomas amarillentas y falsas (¿qué quieres pretender con esos virajes a lo antiguo?) en un maravilloso Parque Güell al que no has concedido ni la milésima parte de tiempo que a tus viejos devaneos en Central Park; esas tomas constantes de arquitectura antigua, de villa suburbana con cansina burguesía como inquilino, de escenarios escasamente urbanos, como si por rodar en la Europa latina te estuvieran vetadas las imágenes de densidad y complejidad metropolitanas, como las de Londres o Nueva York, y como si no hubiera áticos interesantes en Barcelona; ese paseo por un Parque de Atracciones obsoleto y refugio de turistas despistados; esa intolerable ausencia de arquitectura moderna, como si ella fuera privilegio de la ciudad americana o sajona… Por tanto, la posible clave metafórica de Barcelona me parece absolutamente irrelevante y fuera de lugar, por lo que podía haber sido rodada en Kiev, Génova o Sebastopol, que hubiera dado exactamente igual.
Y de los personajes y el guión mejor no hablar. Está claro, es por todos conocido, que en la Barcelona actual abundan los pintores a lo Motherwell o a lo Rauschenberg en clave macarra y desaliñada de latin-lover. Tapies y Rafols Casamada tienen que estar contentos. Y desde luego, el polvo inolvidable y ovetense a escasos metros del Hotel Reconquista, en plena calle y tras oír un melancólico concierto de guitarra española en un jardín privado de tintes californianos, eso ya es para mear y no echar gota. Lo de la rubia insegura y mediocre con cara de boba prendada del pintor macarra y follador tampoco es muy brillante, aunque desde luego un poco mejor que la histriónica Penélope haciendo de apasionada y existencialista mujer fatal con aires de gitaneo lésbico. Realmente patético lo de esta chica, tan sólo válida para Almodóvar, y que nunca superó (tampoco Bardem), lo de jamón-jamón, donde al menos todo era verosímil, en genuina clave hispánica.
Las actrices en la casa Milá.
En cuanto a la puritana experta en identidad catalana es de pura coña. La pseudo-intelectual con mala conciencia producida por un maravilloso polvo ocasional, y casada convencionalmente con un estúpido americano (al que sospechosa y sutilmente, querido Woody, quieres que consideremos como la vanguardia sofisticada de la normalidad), me parece que es un recurso que repites demasiado y al que llevas homenajeando desde que tengo uso de razón. Ya está bien de Freud y complejos de Electra. Tan sólo nos faltaba descubrir que el perfume de las ciudades españolas (en este caso Oviedo) y el reciente culto al vino tinto fueran los que desencadenan realmente el encanto de las más bajas pasiones. Vete a la mierda tú y tu Príncipe de Asturias.
Querido Woody, prefiero pensar que nos estás tomando el pelo a todos (Carod Rovira incluido) y has cogido el encargo de esta bazofia de película para hacer caja, lo cual distaba mucho, en principio, de ser tu estilo. Pero si no es así, es que estás mucho más bajo de forma de lo que ya pensábamos, que tu incultura sobre Europa y España es tremenda y que después de Match – Point (y habría que discutir) sólo has hecho mierdas, y que esta película, no te tires el rollo, podía haberse llamado mucho mejor 'Puritana, Neurótica, Sebastopol, el macarra follador y su puta madre'. Al menos el título no sería engañoso.
* Javier Boned Purkiss es doctor arquitecto y uno de los miembros de la incipiente escuela de Málaga.
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