BERLÍN (ALEMANIA).- ¿Cuánto estarías dispuesto a pagar por cenar en uno de los restaurantes más populares de Berlín? Diez, quince... ¿treinta euros? Pues hazlo, paga lo que quieras. ¿Increíble? Puede ser a no ser que te encuentres en una vinería o 'weinerei' como llaman cariñosamente los berlineses a estos restaurantes 'sin precio'.
Algunos de los manjares que te ofrecen.
Una sorpresa gastronómica muy novedosa que, aunque cada vez es frecuentada por un mayor número de extranjeros y turistas, sigue siendo un pequeño secreto a voces escondido entre las calles de esta ciudad. El funcionamiento es muy sencillo: nada más entrar uno de los camareros te ofrecerá una copa de cristal por la que tendrás que pagar un euro en concepto de 'entrada' o como depósito.
Vaso en mano, puedes servirte un vino a elegir entre las más de doce variedades -tintos, rosados, verdejos-, llegadas desde todos los rincones del mundo y que encontrarás en la barra del restaurante o en grandes cubiteras con hielos. No preguntes por cerveza o cualquier refresco.
En las vinerías berlinesas solo sirven eso, vino. De hecho, el origen de estos establecimientos se vincula a las agrupaciones de la gente ligada con la cultura del vino. Es una 'verein' o asociación en la que todo el mundo está de acuerdo que no se venda refrescos o cualquier otro tipo de bebidas. Eso sí, puntualmente puedes encontrar algún tipo de zumo y claro, siempre estará a mano una jarra de agua.
Tras servirte la bebida, puedes pasar al salón o sentarte en las terrazas del exterior. Otro de los factores que hacen de estos locales un cita muy especial con el Berlín más auténtico. Casi todos los restaurantes son muy acogedores y están decorados con muebles antiguos y distintos sofás que te harán sentir como en casa. Sobre las ocho de la tarde, un camarero comenzará a sacar la comida. No te molestes, no hay carta ni menú; cada día, y dependiendo del cocinero que trabaje, encontrarás diferentes platos. Ensaladas, pastas, arroces, guisos de patatas, diferentes tipos de pan, salsas... todo al estilo buffet y casi siempre vegetariano. Puedes comer lo que desees, repetir y volver a la barra para servirte todo el vino que quieras. El cocinero repondrá varias veces las fuentes.
A la hora de pagar, eres tú el que decide el total. Nadie te preguntará cuántas copas de vino te has servido, ni las veces que has repetido de plato. Cada comensal marca su precio. Y la prueba de ello es que, en vez de caja, a la salida del establecimiento –en la misma barra donde se encuentran los vinos– hay un enorme vaso de cristal donde se deposita el dinero. La generosidad de cada uno es ahora la protagonista. Tan simple como echar una cuenta rápida entre los vasos de vino y el valor del plato en un restaurante convencional, es suficiente para alcanzar un precio estimado. En general los incondicionales de las vinerías -estudiantes, jóvenes bohemios, turistas-, pagan bien. La comida, el vino y la atmósfera de estos locales lo merecen.
Aquí tienes algunas direcciones de vinerías en Berlín:
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Me gusta la idea pero hay en España demasiados Lazarillos como para que esto prospere, una lástima pero ;( +
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