PEKIN (CHINA).- Con los Juegos Olímpicos ya clausurados, puedo contaros mi humilde experiencia en la ciudad de Mao.
Yo ya había viajado a la capital china en varias ocasiones, pero la ultima vez fue hace casi dos años y, ciertamente, se ha conseguido que, en ese tiempo, la ciudad evolucione bastante. Barrios enteros de casas bajas y prefabricadas han dado paso a amplios parques y zonas verdes, adornados con alegorías a los deportes olímpicos o con imágenes de las mascotas de turno. No vi ni un solo niño haciendo sus necesidades en la calle, algo que siempre había sido bastante común en los suburbios pekineses hasta ahora. Aunque muchos seguían vistiendo pantalones con las posaderas al aire, conocido método 'made in China' para ahorrar en pañales.
El otro gran cambio es el suburbano. Recuerdo esas dos líneas de trenes antiguos, sin aire acondicionado y escasa frecuencia, que provocaba aglomeraciones en los andenes, empujones a la hora de entrar o salir de los vagones... todo esto aliñado con una ensalada de olores tan densos que casi se podrían masticar. En cambio, ahora me he encontrado con una red de una docenas de líneas, estaciones nuevas o totalmente remodeladas, vagones amplios y climatizados con pantallas de televisión que no dejaban de dar noticias deportivas. De la misma forma, los billetes dejaron de ser simples trozos de papel impresos, para dar paso a tarjetas electrónicas reciclables. Esto implica que esas señoras que rondaban los 50, y que se dedicaban a coger tu billete cuando salías de la estación, también desaparecieran y en su lugar encontráramos tornos de la era digital (definiéndolos pronto y mal).
Una de las numerosas áreas pobres de Qingdao, sede olímpica.
Eso sí, hay cosas que siguen como siempre. Una de ellas, el inglés de los taxistas que, a pesar de que la organización dijo que se les darían cursos intensivos, no sólo no son incapaces de hablar un mínimo, si no que muchos no entendían un mapa de su ciudad que no estuviera en chino. Menos mal que el gobierno fue previsor, y puso una línea de atención telefónica con operadores bilingües. Por otro lado, en las entradas de los diferentes eventos de los Juegos, el nombre del lugar en cuestión venía en chino además de en inglés, lo cual también dio mucho juego.
Y, ya que hablo de entradas y de juegos, voy a comentar lo que, para mí, fue el punto negro de estos Juegos: el tema de las entradas. Todavía no sé qué falló, pero, en cuanto salieron a la venta, se agotaron en las tiendas oficiales, se convirtieron en un bien difícil de conseguir y dio lugar a todo tipo de especulación y hasta a fraudes, antes y durante los Juegos. ¿Mafia china o simplemente la picaresca de muchos que querían lucrarse de la reventa? Muchos viajeros llegaron a Pekín sin una sola entrada o sólo las que pudieron conseguir, fuera del deporte que fuera, para conformarse con ver algo u optar al intercambio con gente que estuviera en su misma situación. Incluso desde las federaciones deportivas se avisaba de la incertidumbre… y lo peor… nadie sabía nada, pero en la televisión se podían ver los estadios semivacíos, lo que, encima, causaba más indignación en aquel que no podría ver a su deportista favorito (o incluso a su amigo de la infancia que había llegado a competir) por culpa de una escasez de entradas totalmente artificial.
Quitando esto, la organización de los eventos fue perfecta, la zona del estadio olímpico era impresionante tanto arquitectónicamente como en limpieza y servicios. Los voluntarios, sobre todo los mas jóvenes, estaban por toda la ciudad, siempre amables y dispuestos, atendían las peticiones de los usuarios llenos ilusión. Otro sobresaliente, la seguridad, que era máxima, pero no ralentizaba en demasía los accesos a los distintos recintos.
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El mejor método ha sido el de ir a algún amigo que tuvieras chino, residente en Beijing y que sacara las entradas para ti. En ese caso, sólo pagabas 30 o 40 dólares. Claro, que no todo el mundo tiene un amigo chino. +
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