La idea básica de la globalización es, desde un punto de vista conceptual, bastante sencilla. Así, la globalización puede definirse como un proceso económico consistente en una creciente integración de los diferentes mercados nacionales de productos y factores en un único mercado mundial. Obviamente, este tipo de definición implica un proceso a muy largo plazo del que en los últimos años (podría decirse las dos últimas décadas) se han dado pasos importantes.
El interés por fomentar los procesos de globalización es bastante evidente. Así, la globalización conlleva la eliminación de barreras al comercio (esto es, "desarmes arancelarios"), así como la reducción de los costes asociados al comercio internacional, entre otras razones, por la sustitución de divisas locales por divisas mas globales. Estos incrementos de los volúmenes de comercio internacional resultarán, al menos en principio, muy ventajosos para el conjunto de la economía mundial y estas ventajas las disfrutarían tanto los países desarrollados como los países en vías de desarrollo.
En definitiva, todos los países potenciarían al máximo sus ventajas "absolutas" y "comparativas" tal como nos enseñaron Adam Smith y David Ricardo en los Siglos XVIII y XIX, respectivamente. En los últimos veinte años la globalización o mundialización de la economía ha experimentado avances importantísimos. Estos avances, se han traducido en fortísimos incrementos de los volúmenes de transacciones realizados entre diferentes países.
Hasta aquí las ventajas teóricas de la globalización. En lo que queda del artículo, analizaré los problemas asociados a los procesos de globalización. En primer lugar, el proceso de globalización puede conducir y de hecho parece que está conduciendo a un fuerte incremento de los niveles de consumo, lo que algunos autores han definido como hiperconsumo. Este hiperconsumo en sí mismo no es malo, pero puede requerir del medio natural unas exigencias que tal vez superen la capacidad del mismo.
Muchas multinacionales deslocalizan sus plantas de fabricación y trasladan parte de la contaminación de los países ricos a los países pobres
Por otra parte, globalizar mercados implica globalizar las fuerzas que determinan la oferta y la demanda de dichos mercados. Y ese tipo de globalización, en general no se está produciendo. Así, todos sabemos que los costes de producción determinan la oferta y que dichos costes de producción distan mucho de experimentar un proceso de globalización. Lo mismo podemos decir de los costes ambientales o de los costes fiscales.
Y aquí llegamos a lo que, bajo mi punto de vista, es el nudo gordiano del problema. Igual que en el organismo humano existe un colesterol bueno y un colesterol malo, en la economía internacional existe una globalización buena y una globalización mala. La buena implica procesos lentos y complicados, que requieren, entre otras cosas, una armonización de las políticas laborales, fiscales y ambientales a nivel mundial. Este tipo de globalización, muy lejos de lo que se ha hecho en las dos últimas décadas, pienso que mejoraría considerablemente el bienestar colectivo, reduciría las desigualdades entre países ricos y pobres todo ello en un contexto de equilibrio con el medio natural.
La globalización mala es rápida y sencilla de realizar y no demanda ningún tipo de homogeneización. Este tipo, que me temo es la que se viene haciendo no mejorar el bienestar colectivo, ahonda las diferencias entre países ricos y pobres y deteriora considerablemente el medio natural. En efecto, a través de la globalización mala se traslada el capital y la tecnología desde países con políticas laborales, fiscales y ambientales rigurosas a países muy laxos en esos temas. De esa manera aumenta aún más el poder de los estados ya poderosos y los beneficios de muchas empresas multinacionales, que entre otras cosas deslocalizan sus plantas de fabricación y trasladan parte de la contaminación de los países ricos a los países pobres.
En conclusión, la pregunta clave tal vez no sea ¿globalizar o no globalizar?, sino ¿qué tipo de globalización necesita la sociedad?
Para aclarar las ideas anteriores voy a recurrir a un ejemplo sencillo, pero a la vez realista. Una empresa multinacional tiene parte de sus plantas localizadas en un país industrializado con una legislación exigente en temas ambientales, así como unos sindicatos fuertes. Así, en ese país se gravan determinadas emisiones de CO2 con el objeto de poder cumplir con el Protocolo de Kioto. Pues bien, a la empresa multinacional le interesa financieramente ir trasladando sus plantas industriales (capital y tecnología) a un país que como China, por ser una economía emergente, se encuentra fuera de los compromisos de Kioto y las reivindicaciones salariales son muy escasas. A través de este sencillo mecanismo de deslocalización, se exporta contaminación a China y la multinacional en cuestión al reducir sus costes incrementa considerablemente sus beneficios.
En conclusión, la pregunta clave tal vez no sea ¿globalizar o no globalizar?, sino ¿qué tipo de globalización necesita la sociedad? Si seguimos por el camino emprendido me temo que la frase universal de Giuseppe Tomasi di Lampedusa en su novela "El Gatopardo": Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie, mantiene toda su vigencia y la reflexión del aristócrata siciliano sigue representado un hondo pensamiento sobre la condición humana. En efecto, es necesario cambiar todo el orden económico mundial para que los países ricos y poderosos sigan siendo ricos y poderosos.
*Carlos Romero es responsable del Grupo de Investigación, Economía y Sostenibilidad del Medio Natural de la Universidad Politécnica de Madrid y premio Nacional de Economía y Medio Ambiente.(Las conclusiones y puntos de vista reflejados en este artículo son responsabilidad únicamente de su autor y no representan, comprometen, ni obligan a las instituciones a las que pertenece).
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En mi opinión y sólo como observador, estos mecanismos de inversión lo que esconden tras el término «globalización» es una vuelta a esa carrera colonizadora +
Me pregunto si alguna vez "Occidente" va a pararse a pensar lo que pasa por la cabeza de los "globalizados", de si puede importar algo, o de si se trata de desembarcar y punto. +
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