WELLINGTON (NUEVA ZELANDA).- Es creencia popular, y no sé si científica, que la exposición prolongada a fuertes ráfagas de viento puede provocar locura. Se dice y se cree que el viento cuando choca con fuerza contra nuestras cabezas nos desajusta los baremos cerebrales que rigen la cordura. Si esto es cierto, Wellington tiene que estar llena de locos.
El famoso Sea Brigde.
Wellington, capital de Nueva Zelanda, se encuentra arrinconada en una pequeña bahía al sur de la Isla Norte, una zona potencialmente perfecta para hacer volar cometas. Desafiando a los vendavales, la ciudad se extiende y esparce por las colinas cercanas, con el centro como única zona llana, como si en un principio todas las casas hubiesen estado juntas formando un gran muro, hasta que un día los fuertes vientos lo quebraron y espolvorearon los alrededores con casas coloniales de madera y colores pastel, como quien espolvorea con chocolate una tarta recién hecha.
La zona del puerto de la ciudad puede convertirse de paseo tranquilo junto al mar a aventura apocalíptica huyendo a resguardarse tras los edificios, en apenas segundos, y cuando el viento comienza a soplar, puede estar haciéndolo sin descanso durante días y días. En un lugar concreto de ese paseo, hay un puente de madera que desafía a las inclemencias y que tiene un valor simbólico muy importante. Es el 'Sea Bridge', que une la ciudad, la tierra, con el mar. Diseñado para representar esa unión a través del arte y estilo maorí, está flanqueado a estribor por la representación de la borda de un barco, con sus escotillas desde las que espiar la zona terrestre de la ciudad; y al otro, por dos rústicas cabezas de pájaro que sirven como enlace de los elementos. Su base representa a las míticas ballenas, y los simbolismos están presentes por toda la plataforma, con esculpidas formas de madera, o señales de metal que modelan con sus formas las ráfagas de viento.
Es un puente que se ha vuelto muy popular entre los lugareños, que acuden allí a comer en su 'lunch' del trabajo, viendo el mar desde uno de los rincones resguardados del viento.
Frente a esos rincones, arropados por las alas imaginarias de los pájaros que sujetan el puente, un panel de hormigón, sin florituras, solamente con una inscripción: "Es cierto que no puedes vivir aquí por casualidad, tienes 'que hacer' y 'que ser', no simplemente ver o incluso describir. Esta es la ciudad de la acción, el cuartel general mundial del verbo". Y así es, la capital cultural de Nueva Zelanda ha parido muchas mentes prodigiosas y personalidades destacadas, sobre todo en el mundo del espectáculo.
¿Tendrá algo que ver con la locura que provoca el viento?
¿Está Wellington llena de genios locos?
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