Wimbledon y el antierotismo en el tenis

LONDRES (INGLATERRA).-  El erotismo y el mundo del sexo no guardan una estrecha relación con los circuitos profesionales del tenis. Obviamente, estamos generalizando y estamos seguros de que se pueden encontrar excepciones. Sin embargo, queremos presentar algunas reflexiones sobre el tema.

(REUTERS)

La novia de Federer, Mirka Vavrinec, en un partido del suizo en Wimbledon.

La vida de los chicos y las chicas tenistas profesionales deja poco tiempo y energía para otras actividades. Cuanto más se está encumbrado en la élite profesional de este deporte, mayores son las presiones para mantener el estatus, con todo lo que éste conlleva: ranking, dinero, apoyos económicos por parte de las federaciones, contratos publicitarios, prestigio...

De modo tal que el sexo no puede ocupar un lugar prominente en la lista de prioridades de los y las tenistas. Por lo menos durante los años más intensos de competición, que pueden ir hasta los comienzos de la treintena. Justo el período de vida que para muchas otras personas suele ser el de mayor actividad sexual.

Ambos circuitos de tenis, masculino y femenino, cuentan con un apretado calendario de torneos, del que los jugadores se quejan a menudo. Dicen sentirse agotados y que las lesiones les persiguen cada cada vez más. Sienten que sus intereses no son tomados en cuenta y que para mantenerse a un nivel competitivo sólo se pueden permitir unas vacaciones a finales de año.

Un alto porcentaje de tenistas no tiene pareja. Les resulta imposible encontrar un hueco para ello. Unos cuantos sí tienen, pero suelen dedicar muy poco tiempo a sus relaciones sentimentales. Si su pareja es del sexo opuesto y está compitiendo en el circuito tenístico, raras veces coinciden en un mismo evento. Recordemos que además suelen viajar rodeados de un séquito que les dificulta mucho introducir suficiente privacidad en su vida. Una pequeña minoría tiene pareja estable. Y si quieren mantener la relación, tienen que llevarla por doquier, como puede ser el caso de Federer, Hewitt o Davenport, por ejemplo. Sin embargo, es ésta más la excepción que la regla.

Nos han llamado la atención los recientes comentarios de Justin Gimelstob. Un tenista profesional estadounidense venido a menos, quien además ostenta un cargo oficial (no remunerado) en la ATP. En una entrevista que concedía a una Radio de su país, criticaba vehementemente a ciertas colegas suyas. Algunas acusaciones parecían provenir más de sus prejuicios que de la realidad y no vamos a opinar al respecto. Pero en su entrevista también comentaba otros puntos que consideramos interesantes: «Muchos tenistas carecen de habilidades sociales porque se han pasado la vida centrados en el tenis. La mayoría ni siquiera han acudido al instituto porque han tenido tutores individuales. Casi nunca se van de fiesta y no suelen entablar amistades con personas de su edad...». Finaliza la entrevista diciendo: «En la actualidad parece haber menos lesbianas en el circuito que hace quince años, probablemente porque cada vez hay más chicas rusas...»

Parece cosa del pasado que los tabloides ingleses hacían su agosto durante el torneo de Wimbledon con titulares sobre la vida sentimental de Martina Navratilova, campeona del torneo individual en nueve ocasiones. Es verdad que ha habido algunos romances sonados entre lesbianas, pero hasta ahora nunca se ha publicado ninguna noticia sobre tenistas gays. O están todos en el armario o no es un deporte en el que se prodiguen.

¿Crees que las limitaciones de los tenistas para tener una vida sentimental se puede generalizar a otros deportistas? ¿Y a otras profesiones? ¿Consideras que también puede influir el bagaje cultural de cada tenista?