"Mira cómo se me pone la piel cuando te recuerdo"

"Apoyao en el quicio de la mancebía, miraba encenderse la noche de mayo..." es un buen principio para esta historia. Aunque, seamos exactos, es un anochecer de finales de junio, acabo de traspasar la puerta de un bar de tapas, dispuesto a conocer la última aventura del laureado cocinero Paco Roncero.

El bar de tapas Estado Puro.

Aviso: no voy a hacer la competencia a mis compañeros de Glotonia, yo voy a hablar de peinetas. Y si me dejan, de mantillas.

Pero como cualquier buena copla, empecemos por la primera estrofa. El chef del estrellado —por las estrellas Michelin — restaurante La Terraza del Casino de Madrid, inicia nueva singladura más popular (por las recetas y por el precio) e inventa el bar de tapas del siglo XXI.

"Él vino en un barco de nombre extranjero, lo encontré en un puerto un anochecer..." decía la canción. No sé cómo llegó el dúo formado por los arquitectos Jaime Gaztelu y Mauricio Galeano (asociados bajo el nombre James & Mau) a este proyecto. Tampoco sé lo que Paco Roncero les pidió y si lleva 'su nombre tatuao'. Aunque leo, no sé si es cierto, que les dijo esto como consigna: "Quiero un sitio 'friki' hecho por 'frikis'". Dudo que los arquitectos sean frikis. Buceando en sus proyectos, encuentras propuestas interesantes (sostenibles como mandan los tiempos), como un edificio de viviendas (en construcción) en Malasaña con fachada vegetal (dicen que para que respire) y luces leds de colores para que cada vecino personalice su piso. Y el resultado de este nuevo bar, el Estado Puro, situado en el Paseo del Prado, tampoco me parece friki, aunque han jugado con lo kitsch, con un tejido formado por mil peinetas que visten el techo y las paredes del salón principal. Aunque a estas altura me pregunto: ¿Cómo debe ser un lugar 'friki'?

Siempre he admirado a los creadores que con un elemento simple, barato —en este caso, popular — consiguen reinterpretarlo y darle nueva vida. Aquí consiguen que la gente sonría al entrar y eso es un buen principio. El resto del local es políticamente correcto, jugando con lo simple. Con mesas robustas de madera de iroco, barra de mármol de Macael (en bloque y sin tratar) y algún que otro guiño al pasado. Separan el antes (las instalaciones heredadas del nuevo NH Paseo del Prado), del después (la nueva aventura en común de la cadena hotelera y el cocinero) con cortinas de plástico que aquí parecen flecos de un mantón de Manila.

"Ay pena, penita, pena. Pena de mi corazón"... canto al terminar este post. Lo he pasado bien, pese a lo abarrotado del local, aunque también podría cantar aquello de "No debía de quererte, no debía de quererte, y sin embargo te quiero". Quiero: la croqueta de jamón (rica, rica), la ensaladilla rusa (casera), la tortilla S.XXI (herencia Adrià)... aunque estemos en plena operación biquini.

Pie de blog:Todos los entrecomillados son del Maestro Rafael de León, monumento nacional de la copla.