La habitación 217 de La Perla y otras rutas de Hemingway

PAMPLONA.-  Los Sanfermines no se entienden sin Ernest Hemingway y la figura del escritor norteamericano no se entiende sin las fiestas de Pamplona. Una relación recíproca que marcó a ambos para siempre, un idilio de pasión sin ambages entre el hombre y la ciudad que universalizó y que nunca lo olvidará.

Café Iruña

El Café Iruña recuerda al mito con el 'Rincón de Hemingway'

Corría el año 1923 cuando un joven periodista, corresponsal de un diario canadiense en París, llegó a Pamplona la noche del 6 de julio para conocer y describir el mundo de las corridas de toros. La fiesta con la que se encontró lo dejó tan prendado que volvió otras cuatro veces en la década de los 20 y otra más en 1931. Le encantó la "mezcla de alegría y de drama, de expresión bullanguera y de tragedia", según refiere el escritor navarro José María Iribarren en su imprescindible libro 'Hemingway y los Sanfermines'. Le ató a la ciudad esa mezcla entre el jolgorio de la calle y el riesgo del encierro que aún hoy atrae a miles de personas cada año a la capital navarra.

El gran escritor norteamericano disfrutaba bebiendo y comiendo, y de eso no faltaba (ni falta) entre el 6 y el 14 de julio en Pamplona. Además, los toros y su liturgia, el coraje del torero frente a la bravura del animal ahondaron en su corazón hasta el punto que escribió, tras su visita de 1925, la novela 'The sun also rises', más conocida en España como 'Fiesta'. Una novela que le dio fama mundial y que sirvió, junto a otras obras como 'El viejo y el mar', para que Hemingway recibiera el Nobel de Literatura en 1954.

El escritor y periodista visitó muchos países en su vida y cubrió varias guerras de enorme importancia como reportero, pero con seguridad la pequeña Pamplona –cuando él la conoció vivían 20.000 personas- es la que llevó siempre en lo más hondo de su corazón. Tras la Guerra Civil, sólo volvió dos veces, en 1953 y 1959, pero lo que escribió acerca de la ciudad hizo que siempre estuviera (aún está) presente. Incluso, casualidades (o no) de la vida, Hemingway fue enterrado en su país un 7 de julio, festividad de San Fermín.

Los lugares

Quien hoy día esté interesado en visitar los lugares que Hemingway frecuentó lo tiene muy fácil. Para empezar, es indispensable pasar por el Hotel La Perla, en la Plaza del Castillo. Allí es donde tenía habitación reservada en su primera visita, en 1923, pero el precio le pareció alto y se fue a otra parte.

Hotel La Perla

La habitación de Hemingway sigue intacta.

"Cuando Hemingway llegó a Pamplona se encontró con una pequeña ciudad en la que casi nadie sabía hablar inglés. Una de las excepciones era Ignacia Erro, dueña de La Perla, quien le buscó otro alojamiento y le preparó el abono para los toros. Por eso, aunque sólo se alojó aquí en sus dos últimas visitas, en la década de los 50, hay una vinculación permanente con el hotel, porque tenía amistad con la dueña, porque era el hotel taurino por excelencia y porque había buena cocina", relata con pasión Fernando Hualde, del Hotel La Perla. La habitación 217 del hotel, en la que estuvo el escritor y que antes estaba destinada a la primera figura de la corrida de toros, se mantiene hoy día intacta, decorada tal y como estaba entonces. Es el homenaje del establecimiento a uno de sus más célebres visitantes.

Donde más se alojó Heminwgay, junto a los amigos que siempre traía con él, fue en el Hotel Quintana, también situado en la Plaza del Castillo y hoy desaparecido. Allí también había un ambiente taurino que el escritor adoraba. De hecho, le encantaba contemplar el ritual del torero poniéndose el traje de luces. Algo que también hizo en otro hotel eminentemente taurino, el Yoldi. Conoció a decenas de toreros en esos establecimientos. Y en todos ellos Hemingway dejó un recuerdo de lo que fue. "Era un personaje muy polémico, tenía una relación contradictoria con las mujeres, le gustaban mucho pero las odiaba. Se casó cuatro veces. A Pamplona trajo a dos de sus esposas", narra Hualde, uno de los pamploneses que más sabe sobre el autor de 'Fiesta'.

Carlos López Molina (Flickr)

La Plaza del Castillo, uno de los lugares que Hemingway más frecuentó.

Aparte de los hoteles, Hemingway pasó muchas horas en los bares. Su preferido, el Café Iruña, también en la Plaza del Castillo. Hoy, allí se le recuerda con 'El rincón de Hemingway', donde hay una estatua a tamaño real del escritor, acodado en la barra y con la sonrisa que siempre le provocaron los Sanfermines. Asimismo, multitud de fotografías en las que aparece el célebre visitante adornan las paredes.

Por supuesto, la plaza de toros es donde más disfrutó el Nobel de Literatura. Por ello, muy cerca del callejón por donde cada mañana entran los toros del encierro una estatua de bronce se alza en su memoria. Un cartel cuyas letras empiezan a borrarse dice así: "Ernest Hemingway. Premio Nobel de Literatura, amigo de este pueblo y admirador de sus Fiestas que supo descubrir y propagar la Ciudad de Pamplona. San Fermín. 1968". Epitafio que define a la perfección el idilio entre el escritor y la ciudad. Igualmente, justo al lado de la estatua citada un paseo lleva su nombre. Y casi enfrente, al otro lado del recorrido del encierro, un bar con su nombre también lo recuerda con imágenes de sus visitas.

Tal y como se puede leer en la web del Consistorio pamplonés, la contribución de Hemingway fue decisiva para que unos festejos domésticos, apenas conocidos fuera de España, se convirtiesen en una de las citas festivas más famosas del mundo y centro de atracción desde entonces de miles y miles de turistas extranjeros, muchos de ellos seducidos por la pluma del autor de 'Por quién doblan las campanas'. Asimismo, muchos otros famosos han seguido la estela de Hemingway desde Estados Unidos y otros países hasta Pamplona: entre otros, el director de cine Orson Welles, la actriz Ava Gardner, Margeaux Hemingway, nieta del escritor y, más recientemente, el dramaturgo Arthur Miller, la fotógrafa Inge Morat y el Nobel de Literatura antillano Derek Walcott.