España se sacude los complejos y alcanza la madurez

Pocos futbolistas han logrado franquear las puertas de un libro de citas, hacerse un hueco en ese coto vedado y reservado a la alta cultura. Tal vez, la frase que más fortuna ha hecho sea la de Bill Shankly, técnico del Liverpool desde 1959 hasta 1974, a quien se atribuye la siguiente cita: "El fútbol no es un asunto de vida o muerte. Es algo mucho más importante". Por lo demás, los futbolistas suelen aportar frases insustanciales, como se encargan de recordar ciertas imitaciones en televisión (véase a Raúl en los guiñoles). Sin embargo, en esta Eurocopa, tras un entrenamiento de la escuadra 'azzurra' el portero Gianluigi Buffon soltó una verdad como un despeje de puños: "Para vencer a Italia hay que ganarla dos veces".

(EFE)

Los jugadores quieren llevarse un pedazo de Casillas como recuerdo.

Efectivamente, Italia, en el fútbol, es la séptima vida de un gato. Nunca es suficiente con jugar mejor que ellos. Mete goles con el rabo de una lagartija. Es algo que sobrepasa lo futbolístico y planta sus botas en el terreno de lo psicológico y lo estadístico. España llevaba 88 años sin doblegar a Italia en un partido oficial. También llevaba 24 años sin pasar de cuartos de final. Y también el 22 de junio era un día fatídico para los intereses de 'La Roja'. La selección española se había convertido en todo un 'expediente x' para quienes se ocupan del cálculo de probabilidades. Y, por fin, un grupo de peloteros con cara de tranchete (Iniesta, Xavi, Silva, Cesc, Villa, Torres) ha conseguido mirar a los ojos de la bestia y poner fin a una racha que parecía más bien la broma macabra del demiurgo del balón.

Los de Aragonés han protagonizado ante Italia toda una catarsis que consagra la madurez del conjunto. España ya no es ese chaval acomplejado y atormentado porque tarda mucho en pegar el estirón. En Viena el equipo español se ha ganado el derecho a figurar entre los grandes del continente. Para ello, España no ha renunciado en ningún momento a su personalidad: ha decidido cuidar el balón y asegurar el pase. La fórmula ha funcionado muy bien, a la vista de la superioridad de los de Aragonés sobre el césped. Sólo el peligro inherente a un hombre como Luca Toni y los enfrentamientos entre Cassano y Sergio Ramos consiguieron infundir inquietud durante la primera mitad. En todo caso, a pesar de las rivalidades, España e Italia son dos equipos condenados a entenderse, complementarios: a uno le gusta jugar y al otro le gusta que le jueguen.

En la segunda parte, salvo unos minutos en los que el partido se hizo vivo y cobró tintes de correcalles, España siguió siendo superior. Astronómico el partido de Senna, de Silva y de Marchena. Tres nombres nada mediáticos pero que sirven para ilustrar la personalidad y la madurez que ha alcanzado el equipo. En lo de Marchena, hay que dar la razón, una vez más, a Luis Aragonés, ese hombre a quien hay que elevar ahora mismo desde el papel de chandalero de bar al papel de psicólogo, ingeniero y Grande de España.

Finalmente, los delanteros españoles fueron incapaces de hincar el diente a los defensas italianos, lo que condujo hasta el punto de penalti. Para algunos, el dominio español sigue siendo algo inane, pura charlatanería, las divagaciones de un vendedor de crecepelo en la feria ambulante de un pueblo. Lo esencial en el fútbol, dirán, no es tener la pelota, sino marcar goles. Sin embargo, al sobeteo al balón, al frotteurismo balompédico, los españoles han añadido un nuevo ingrediente: la madurez. Y estos dos ingredientes dan como resultado la victoria ante Italia. Desde los once metros los españoles lanzaron como si no hubiera nada en juego, como si se tratara de un entrenamiento. Esa frialdad, unida a la la destreza de Casillas, obró el milagro y rompió el catálogo completo de maleficios en mil pedazos. Y así fue como España, por fin, logró vencer a Italia dos veces: la primera, en el juego, y, la segunda, en el marcador.