Educación sentimental

Parece que soplan vientos de exuberancia, se valora el disponer de un gran capital de atributos sexuales; gran estatura, grandes penes y enormes pechos. Ahora bien, como en el resto de ámbitos de la vida, la frontera entre lo sublime y lo ridículo es estrecha, y algunos la cruzan con facilidad. Especialmente en el caso de los atributos «modificables» como los pechos y las no menos penosas intervenciones y patéticas maniobras de alargamiento de pene. No es sorprendente que saltara la polémica sobre el abuso de hormonas de crecimiento administradas a los niños. La preocupación paterna por dotar de capital de autoestima a la progenie ha impulsado a más de unos padres a cruzar la frontera de lo saludable.

Siempre se ha dicho que la adolescencia es una etapa difícil, en cuanto a la imagen corporal y la autoestima se refiere; no en balde las operaciones de cirugía como regalo de cumpleaños son más frecuentes de lo que se podría pensar. Cada día más jovencitas estrenan su puesta de largo en el mundo de la seducción y el cortejo con flamantes implantes en los pechos. Los chicos, por su parte, se esfuerzan en los gimnasios, llegando algunos a ingerir sustancias poco recomendables para lucir una musculatura digna de admiración.

La cuestión que queremos plantear, sin aparecer como detractores del legítimo derecho a mejorar la imagen corporal, es si no estaremos dando demasiada importancia al envoltorio, dejando de lado cualidades sustanciales para una feliz convivencia amorosa. La educación sentimental, tomando prestado el título de la novela de Flaubert, debería ser una asignatura imprescindible en cualquier país que tuviera presente la felicidad de sus ciudadanos.

Los profesionales que trabajamos con parejas somos testigos del sufrimiento de muchas personas, de parejas rotas en divorcios más o menos conflictivos. Y lo triste es que muchas de esas parejas se quieren, y seguramente podrían haber vivido más felices si hubieran aprendido habilidades de convivencia, sobre todo respeto, comprensión y colaboración. Y también cierto grado de tolerancia a la frustración y una pizca más de altruismo y algo menos de egoísmo. Trasformar el yo y tú en nosotros supone un ejercicio diario de amor, más allá de las grandes solemnidades del sí quiero y de las celebraciones puntuales. Los que consiguen construir una genuina relación de pareja son criaturas felices en este mundo de apariencias.

¿Crees que hay demasiada preocupación por la apariencia física? ¿Te parece importante que se educara para aprender a convivir en pareja?