La Serpentine Gallery de Londres, desde hace ocho años, encarga a un arquitecto el diseño y construcción de un pabellón temporal en Hyde Park. Los responsables de la realización del pabellón que durante tres meses preside el solar de la galería, son figuras de prestigio mundial que no poseen ninguna obra construida en Inglaterra. Hace unos meses se hizo público que el elegido para la edición del próximo verano será el arquitecto americano Frank Gehry. Esta noticia me proporciona la excusa perfecta para plantear algunas ideas en torno a su figura y arquitectura que llevaba tiempo queriendo abordar. El fenómeno Gehry resulta desconcertante, ya que a pesar del éxito que parece haber alcanzado es, probablemente, uno de los personajes más cuestionados hoy en día en ciertos sectores arquitectónicos.
Pabellón de la Serpentine Gallery, Frank Gehry 2008.
Es indudable que Gehry es un arquitecto de firma y más aún tras la finalización del museo Guggenheim. Sin embargo, parece algo dudoso centrar la oposición a su obra en el argumento de la repetición incesante de un solo concepto. Es verdad que Gehry ha decidido explotar incansablemente la gallina de los huevos de oro (por otra parte, gallina concebida en su totalidad por él) pero opino que no resulta argumento suficiente para poner en duda la calidad de su arquitectura. Se le podrá acusar de muchas cosas, de oportunista, conformista, práctico etc… y si se quiere, incluso de cobarde, pero en cualquier caso son argumentos que están fuera de la crítica arquitectónica. Es indudable que a todos nos gustaría que Gehry continuase enriqueciendo el panorama arquitectónico contemporáneo con nuevas ideas materializadas en edificios, pero también tendremos que considerar un posible agotamiento.
Pensemos, por un momento, en la actividad reciente de Rem Koolhaas, considerado por muchos el mejor arquitecto vivo hoy en día. Al contemplar sus últimos proyectos te inunda una cierta decepción. Koolhaas ha optado por la actitud contraria a la del americano. Frente a la posibilidad de decir las mismas cosas con palabras diferentes, ha preferido decir demasiadas cosas. Y esa actitud, aunque más valiente que la de Gehry, también puede resultar más peligrosa ya que es susceptible de crítica si las cosas que se dicen no tienen demasiado interés arquitectónico. Mantener el mismo nivel de tensión en toda la producción que ha decidido acometer, inventando y creando conceptos nuevos constantemente, resulta casi imposible.
Vivienda en Santa Mónica, Frank Gehry 1978.
La arquitectura opera, transforma, crea, revaloriza, y juega principalmente con un elemento por encima de cualquier otro: el espacio. En la mayoría de los casos el arquitecto interviene en el espacio interior del propio proyecto, entendiendo interior como aquello definido y limitado por las fachadas del edificio.
La arquitectura genera al mismo tiempo siempre una actuación a escala urbana, pero el carácter de esta operación no siempre es espacial. Resulta tremendamente complejo transformar completamente el espacio físico de la ciudad con una intervención aislada; sin embargo existen ciertos proyectos que lo consiguen y el Guggenheim de Bilbao es uno de ellos. Gehry ha sido acusado en numerosas ocasiones de que su obra responde más a criterios escultóricos que arquitectónicos. Sinceramente creo que da igual. ¡Viva la escultura! si el resultado es el museo Guggenheim.
Casa Danzante, Praga 1994.
Otra de las razones que pueden explicar los recelos que provoca Gehry y su arquitectura gira en torno a su modo de hacer. Simplificando, existen al menos dos tipos de buenos arquitectos, aquellos que poseen un discurso teórico en el que apoyan gran parte de su producción siendo éste a su vez, fácilmente transmisible y comprensible. Y otro grupo en donde el discurso, o no ocupa un lugar relevante en los modos de hacer, o en términos de transmisión resulta complejo y oscuro.
La arquitectura de Gehry no parece poseer demasiadas referencias teóricas, y sus métodos proyectuales y procesos de trabajo son, si quieren, muy personales, y por lo tanto no resultan ser un ejemplo a seguir desde un punto de vista pedagógico. Toda su brillantez se explica, desde criterios y aspectos subjetivos, en el talento personal de un arquitecto. Aunque son muchos los que le definen como el primer arquitecto digital, hay otros que todavía les gusta pensar en él como último arquitecto tradicional. Y una época presidida por la racionalidad no parece ser el mejor momento para digerir la presencia de 'magos' que se sacan conejos de la chistera. Ahora bien, no nos engañemos, que entendamos y comprendamos los procesos creativos, permite soñar (que no es poco) en aquello que podríamos ser pero que nunca seremos, permiten educar al futuro arquitecto pero sinceramente no hace mejor a un arquitecto.
*María Fullaondo es doctora arquitecta y miembro del estudio IN-fact arquitectura.
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me parece una arquietectura banal y anecdótica, que no pasa más de la fachada y de lo ingenioso de lo constructivo, rápidamente digerible y olvidable. +
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