Cuando uno ha hecho profesión de fe de sus obsesiones las del otro suelen pasarle inadvertidas. Sin embargo Nick Hornby consigue en su último libro interesarnos por la suya: el Arsenal. Y lo logra porque no nos habla de fútbol. No me entiendan mal... ¡Claro que habla de fútbol! Pero el inglés no se limita aquí a desgranar un anecdotario futbolero más o menos divertido, sino que se embarca en una exploración del significado profundo que tiene para cada uno de nosotros la obsesión y lo que ésta nos dice acerca de nosotros mismos.
Fiebre en las gradas (Anagrama, 2008) es un relato autobiográfico en el que Hornby explica cómo los partidos jugados por el Arsenal se convierten en la unidad de medida de su propia vida.
De esta manera, todos los acontecimientos que deberían marcar su paso a la madurez (relación conflictiva con la familia, descubrimiento del otro sexo, búsqueda de un improbable éxito laboral...) se miden en función de las hazañas de un testarazo de Charlie George, una galopada de Liam Brady o una mítica remontada en Anfield frente al todopoderoso Liverpool.
La primera novela de Hornby, autor de clásicos como 'Alta fidelidad', 'Cómo ser bueno' o 'En picado' (Todos ellos en Anagrama) se convirtió en todo un libro de culto en Inglaterra. Un libro de una sinceridad desarmante, repleto de pasión y amor por un equipo y un deporte pero sin incurrir en ningún tipo de maniqueísmo o tópico simplista, errores habituales en los autores que se han acercado al mundo del balón. Y es que lo mejor de esta obra es que puede ser disfrutada igualmente por aquellos que aborrezcan el fútbol y por los adictos a Carrusel Deportivo.
Borges veía en el fútbol «una cosa estúpida de ingleses». Paradójicamente, han sido los escritores sudamericanos quienes precisamente más entusiastas se han mostrado a la hora de defender su afición por el fútbol: Jorge Amado, Juan Carlos Onetti, Ernesto Sábato, Mario Benedetti... Entre los propios británicos no todos se muestran tan entusiastas como Hornby, el escritor Martin Amis consideraba a los espectadores como burdos amantes de la fealdad (¿entonces como llamar a los que hemos tenido la mala suerte de leer alguna de sus últimos bodrios?).
¿Y cuál es la situación en el solar patrio? Pasada la fascinación vivida por la generación del 27 y sus satélites por el fútbol y toda práctica deportiva en general (Alberti dedicó un célebre poema a Platko, portero húngaro del Barcelona... ¿se imaginan a Luis Antonio de Villena dedicando un exaltado panegírico a Casillas?) el fútbol tendió a considerarse como algo poco digno de recibir la atención de los intelectuales salvo para denigrarlo por cuanto tiene de alienante. Hoy la situación ha cambiado y, a pesar de la lógica y sana disparidad de opiniones, autores tan prestigiosos como Enrique Vila-Matas (culé) o Javier Marías (merengue) se declaran acérrimos seguidores de sus equipos. Tampoco es extraño encontrar a escritores como Gonzalo Suárez, Javier Reverte, Juan Cruz o Ray Loriga escribiendo en los tan denostados diarios deportivos acerca de un territorio que no es exclusivo de los parroquianos de lo etílico. Para que lo vean, aquí van unos cuantos títulos y unas tantas visiones para amenizar el fin de temporada:
* Alfonso Tordesillas, Gonzalo Queipo y Francisco Llorca forman el colectivo literario 'Tipos Infames'.
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