El reto de organizar una exposición sobre la arquitectura occidental de Bagdad

En Octubre de 2006 estaba redactando, gracias a un año sabático, un estudio sobre Enki, el dios de la arquitectura en Sumeria. A fin de acercar al lector a esta figura mítica pensé en empezar el texto describiendo una realidad geográfica que justificaba la personalidad y las acciones de este dios que gobernaba el delta del Tigris y el Eúfrates. Estas marismas presentan una característica: la manera de vivir de los pobladores del delta no ha variado desde el IV milenio a.C. Dadas las condiciones en Irak desde hace unos veintiocho años, es difícil o imposible visitar la zona.

José Luis Sert, edificio del recinto de la embajada norteamericana en Bagdad, 1955-1957

Había leído hacía años que Sadam Husein había tratado de desecar el delta, a partir de 1995, causando una catástrofe ecológica sin precedentes. Numerosas webs consultadas indicaban que organismos iraquíes e internacionales estaban tratando de recuperar dichos humedales aunque otras apuntaban a que el retorno de las aguas sobre una tierra en la que la sal, desde su desecamiento, ha aflorado, agrava el desastre ecológico, extendiendo el salitre por los alrededores y aumentando la superficie yerma.

Ante los datos contradictorios, decidí escribir a la embajada de España en Irak. A las pocas horas, el embajador Ignacio Rupérez me contestó acerca de la situación (aún penosa) de la zona, y añadió que, siendo arquitecto, quizá me interesaría saber que la embajada norteamericana era de un arquitecto catalán y que se decía que el estadio era de Le Corbusier.

Gracias a una exposición monográfica presentada un año antes en la Fundación Joan Miró de Barcelona sabía que el arquitecto de la embajada era José Luis Sert. El que Le Corbusier hubiera proyectado en Bagdad era un hecho ignorado (o sólo sabido por algunos especialistas).

Llamé a la vocalía de Cultura de Barcelona para comunicar esta noticia, y su responsable, Manel Parés, propuso organizar una pequeña exposición -que se inaugurará en julio en el Colegio de Arquitectos de Cataluña en Barcelona-. Sugerí entonces que se podría mostrar también en Bagdad. Apenas enviado un nuevo mensaje a Ignacio Rupérez, contestó que nos debíamos olvidar de organizar cualquier tipo de evento en la capital iraquí pero que la ciudad de Erbil, en el Kurdistán iraquí, en la que se halla un consulado honorario español, quizá pudiera estar interesada en acoger este exposición. María Sancho, cónsul honoraria de España, contestó de inmediato a la propuesta, añadiendo que había leído que Wright había realizado un proyecto para Bagdad.

Ante esta información, también desconocida y sorprendente, decidí buscar por internet si otros grandes arquitectos occidentales habían realizado obras en Bagdad. Los datos obtenidos fueron reveladores: No sólo Le Corbusier, Wright y Sert, sino que Aalto y Gropius (en los años 50), y Bofill y Venturi (a principios de los 80) proyectaron e incluso construyeron grandes equipamientos culturales y residenciales en Bagdad, una capital que desde hace años y, especialmente desde la invasión del país, es recordada por la violencia sectaria que destruye el tejido urbano y social. Más tarde, a esta lista se incorporarían Doxiadis y, recientemente, Dudok (cuyos grandes proyectos en el Centro Cívico de Bagdad han caído en el olvido). Es cierto también que por internet y en publicaciones circulan datos, sin duda falsos, sobre presuntas obras de Jacobsen, incluso de Mies van der Rohe en Bagdad (Dissing + Weitling, herederos del estudio de Jacobsen, sí ganaron el concurso para la sede del Banco Nacional de Irak en Bagdad, a finales de los setenta, y lo construyeron una década más tarde), así como sobre contactos (ciertos) entre el gobierno iraquí y Niemeyer en los años 50, si bien este arquitecto rehusó colaborar con lo que consideraba, justamente, una dictadura.

Frank Lloyd Wright, Proyecto de Museo de Arte Moderno en Bagdad, 1957

Manel Vila, un amigo mío funcionario del ayuntamiento de Barcelona, se entusiasmó con el proyecto y propuso colaborar, buscando apoyos y financiación. El presupuesto (aunque no sus desvelos) de la demarcación de Barcelona del Colegio de Arquitectos de Cataluña es muy pequeño, y el Colegio propiamente dicho, tras un primer momento de entusiasmo, decidió no financiar la muestra porque se consideraba que la lista de arquitectos era incoherente. (Todos fueron seleccionados por el ministerio de Planificación iraquí, en los años 50, gracias a los consejos del gran arquitecto iraquí Rifat Chadirji, y de un colaborador de Wright, hijo del Primer Ministro de Irak) .

Los contactos, entonces, se multiplicaron. Algunas instituciones españolas no manifestaron interés alguno (como el Centro de Cultura Contemporánea o la Generalitat) o ya tenían las subvenciones concedidas. Sin embargo, gracias al apoyo y los contactos de Ignacio Rupérez, y de Manel Vila, el ministerio de Asuntos Exteriores, Casa Árabe y el Ayuntamiento de Barcelona, a los que se unieron otras empresas, se logró apoyar financieramente la propuesta. La aceptación, por parte de la infanta Cristina, de la Presidencia de Honor también ha contribuido a que la suerte y las condiciones de la muestra hayan mejorado sustancialmente.

A la exposición le faltaba algo. Dado que se trataba de un proyecto sobre Bagdad, parecía importante lograr la cooperación de estamentos y estudiosos iraquíes. La embajada de Irak en España ofreció su apoyo, aunque éste nunca se concretó en algo tangible. A través de internet se descubrió que una estudiosa de Bagdad, Souad Ali Mehdi, había realizado una tesis doctoral sobre este tema en los años 80. Se trataba de entrar en contacto con ella, así como de averiguar si existía una Facultad de Arquitectura en Bagdad, y si ésta permanecía abierta. A través de las embajadas de España y de Irak, y de mensajes enviados a la Universidad de Bagdad, se intentó obtener información. En vano. La Universidad no contestaba.

Contacto con Bagdad

Se decidió entonces enviar un mensaje colectivo a todos los blogs editados desde Bagdad o por iraquíes en el exilio, entre los que destacan Bagdad Burning (cuyos relatos, publicados, han merecido el Premio Pulitzer), Great Bagdad y Bagdad Treasures. Se escogieron una veintena de blogs. Cuatro contestaron (entre éstos, los antes mencionados); tres sabían de arquitectos y profesores de arquitectura. La Facultad de Arquitectura estaba abierta e impartía enseñanzas –aunque el recinto universitario está vetado a las personas de la calle–. El nombre de la dra. Ghada Siliq, profesora del Departamento de Arquitectura de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Bagdad aparecía citado. A poco de escribirla, contestó manifestando su apoyo y ofreciendo su colaboración.

Desde entonces, estudiosos iraquíes pudieron ser contactados. Se halló a Souad Ali Mehdi, exiliada en Ammán. La ayuda brindada por la Universidad de Bagdad ha sido decisiva. Toda una parte de la historia de los proyectos, desconocida en Occidente, ha podido ser reconstruida, al menos parcialmente. Datos han sido cotejados y corregidos. Artículos (en inglés) editados en Irak, poco utilizados, ignorados o desconocidos en Europa y en los Estados Unidos, han podido ser consultados. Lo que para nosotros se presentaba como un tema novedoso era parte de la historia común iraquí, y tema de estudio de numerosas tesis y tesinas iraquíes que, debido al embargo y las guerras, y al estar escritas en árabe, no han llegado, o raras veces, a las universidades occidentales.

Sin embargo, la devastación en Bagdad es terrible; los restos del naufragio, revistas, papeles, imágenes son escasos y no siempre enteros. Archivos, bibliotecas y la filmoteca han quedado arrasados. Libros, revistas y documentos han desaparecido o están mutilados.

La vida y el trabajo en Bagdad son duros, desesperantes, inciertos. Sólo hay luz durante un par de horas; es entonces cuando se pueden enviar correos electrónicos –aunque la universidad tiene generadores–. Las líneas telefónicas son deficientes. La inseguridad es máxima. Sólo dos o tres profesores, de los que no puedo decir los nombres, porque su vida podría estar en peligro, saben de la colaboración entre las Universidades de Bagdad y la Politécnica de Cataluña en Barcelona.

Es muy probable que estudiantes de arquitectura realicen una gran maqueta de la ciudad para la exposición, pero no sabrán porqué ni para quién se realiza esta obra (la ignorancia es un salvoconducto para evitar atentados), ni pueden ser filmados durante el trabajo (como se pretendía), a fin de que la imagen de sus rostros no circule por Internet. Dicha maqueta aún no se ha podido realizar, en parte porque el número de estudiantes puede variar según como evolucione el conflicto (abandono de estudios, exilio, secuestros, muertes). Las precauciones tienen que ser extremas. Integristas vigilan en la Universidad. Francotiradores apuntan a las ventanas a las que nadie se acerca ni menos se asoma. El correo está controlado. La entrega de material docente a la Universidad (libros, documentos) por parte de instituciones y empresas españolas ha tenido que demorarse durante meses con el fin de lograr la cesión de manera lo más discreta posible, en ausencia de cualquier testigo. Todos saben que si una persona no contesta durante varios días, se tiene que pensar en lo peor.

Universidad de Bagdad. Walter Gropius 1957.

Es por este motivo, que la colaboración de la Universidad de Bagdad es aún más valiosa, porque lo que en España se realiza sin problemas puede acarrear la muerte en Bagdad.

La exposición y el catálogo se pensaron como un trabajo de investigación, pero la muestra acaba siendo una involuntaria manifestación de protesta sobre las condiciones culturales y sociales en una capital que, en los años cincuenta, cuando Madrid, Barcelona y las ciudades españolas estaban hundidas en la mediocridad y el miedo, presidía un país laico y culto, en el que las mujeres tenían acceso a la educación y el trabajo, y en el que la supuesta oposición entre Oriente y Occidente no se percibía.

Mostrar la realidad, o una realidad de Bagdad hace cincuenta años trae a la memoria las imágenes de la ciudad que nos llegan cada día. Hoy esta ciudad está en manos de grandes constructoras que destruyen el tejido urbano y levantan torres, buscando convertir, lo antes posible, Bagdad, una ciudad que en la Edad Media quizá fuera la urbe más culta del mundo, en un remedo de cualquier ciudad de los Emiratos Árabes levantada a toda prisa en medio de un páramo desértico.

*Pedro Azara es arquitecto y profesor de estética de la Universidad Politécnica de Barcelona.