MADRID.- La producción de biodiésel a partir del aceite de cultivos de algas va saliendo poco a poco de los laboratorios para llegar a ser una realidad en plantas industriales. Las ventajas de esta tecnología parecen contundentes: las algas tienen un alto rendimiento por superficie cultivada, bajos costes de producción y no compiten con productos alimentarios como otros cultivos energéticos. Además algunas experiencias aprovechan las emisiones de CO2 de centrales térmicas o de otro tipo de industrias para el cultivo de las algas, convirtiendo un problema ambiental en materia prima para la producción de combustible.
Invernaderos de la empresa argentina Oil Fox.
¿En qué consiste la técnica? Las algas necesitan tres componentes esenciales para su desarrollo: luz, anhídrido carbónico y agua. Algunas especies contienen un alto contenido en grasas, que resultan esenciales para la producción de aceite o biodiésel. Se cultivan en balsas, tubos o canales de escasa profundidad, para permitir una mayor iluminación. En su interior se mantiene un flujo y temperaturas constantes, y se inyecta CO2 y nutrientes. Una vez desarrolladas, se extraen de su medio de crecimiento mediante un adecuado proceso de separación y se extrae el aceite sin necesidad de secarlas de antemano. Los factores que controlan su crecimiento, como nutrientes o temperatura, deben estar monitoreados en todo momento y el enriquecimiento con CO2 posibilita la producción de aceites y acelera el desarrollo. Se ha avanzado en la intensificación de estos cultivos mediante la producción en invernaderos, o en los llamados fotobiorreactores, sistemas cerrados que permiten el control y monitoreo de los distintos factores de crecimiento.
Por lo general este tipo de producción se reduce a algunas experiencias piloto, pero en algunos casos ya se está produciendo a gran escala. Es el caso de la empresa Oil Fox, con sede en Argentina, dónde están produciendo del orden de 100.000 litros de biodiésel por hectárea cultivada de algas cada mes, una cantidad sorprendente si se compara con los 400 litros de media que produce una hectárea de soja, al año.
En España, la empresa alicantina Biofuel Systems está produciendo biodiésel en baterías de cilindros de plásticos transparentes de 3 metros de altura y 70 centímetros de diámetro que contienen una sopa de color verde con las microalgas. Utilizan un sistema mediante el cual aceleran el crecimiento de las algas a través de un "Acelerador Bio Electromagnético" y recuperan la energía captada en la fotosíntesis con una extrema eficacia de transferencia energética. Cada día extraen la mitad del contenido de estos cilindros, se centrifugan y se rellenan de nuevo con agua, las algas doblan su producción cada 12 horas. Más del 50% de su biomasa es aceite y cada kilo contiene 5.700 kilocalorías. Cada dos metros cúbicos de agua producen seis kilos de biomasa. Esta técnica se empleará en una planta de producción eléctrica de 30 megavatios, con una hectárea de cultivos, dónde producirán la electricidad de 3.000 viviendas, con calderas que mueven generadores alimentados por el biodiésel que se genera con el cultivo de algas. Además reciclan las emisiones de CO2 derivadas de su producción eléctrica.
De forma reciente, Biofuel Systems firmó un acuerdo de colaboración con el Insituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) para avanzar hacia la producción a gran escala y otra compañía española, esta andaluza, Gádir Biodiésel, ha cerrado otro convenio con la Junta de Andalucía para la construcción de una fábrica de biocarburante en la Bahía de Cádiz, en el que se empiecen a utilizar algas.
En Nueva Zelanda, la tecnología desarrollada es diferente. La empresa Aquaflow Bionomic Corp cultiva algas en estanques de aguas residuales, ricas en nutrientes. Así pues, elabora biodiésel con estas algas y además depura las aguas residuales. Ya en el año 2006, la empresa produjo un biocarburante de algas que fue utilizado en una mezcla al 5% con combustible para vehículos. Aquaflow ha previsto la producción de biodiésel para el mercado neozelandés y proyecta venderlo directamente a agencias gubernamentales locales y nacionales para el suministro de combustible en flotillas de vehículos.
En Estados Unidos, hay al menos seis proyectos en funcionamiento, varios de los cuales están dirigidos a producir electricidad de la biomasa de algas. GreenFuel Technologies, ubicada en Massachussets, tiene en marcha un proyecto demostrativo en Arizona cuya previsión es producir unas 80 toneladas de alga por hectárea anualmente a partir de 2008. Para ello inyectan en los cilindros dónde cultivan las algas CO2 procedente de chimeneas de centrales térmicas.
Resulta llamativo también el sistema que ha generado la empresa Solazyme, en San Francisco. Está compañía ha desarrollado una nueva metodología basada en algas modificadas genéticamente que crecen en tubos plásticos sin necesidad de luz solar. Según dicen, a oscuras las algas producen más aceite, lo que podría abaratar los costes de producción.
*Vanessa Sánchez es ambientóloga y trabaja en la Fundación Global Nature
(Las conclusiones y puntos de vista reflejados en este artículo son responsabilidad únicamente de su autor y no representan, comprometen, ni obligan a las instituciones a las que pertenece).
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