La Perla: un bar entre el kitsch y la democracia nocturna

MÉXICO D.F (MÉXICO).-  Una palmera rodeada de foquitos de colores y un marco de peluche rojo en la puerta es la única manera de saber que llegaste. Se trata de 'La Perla'.

En la parte menos 'fancy' del Centro Histórico de la Ciudad (por detrás de donde se ponen los mariachis preferidos de turistas y borrachos), está un viejísimo burdel hoy transformado en lugar de culto por artistas, publicistas y diseñadores.

La leyenda dice que primero fue una tortería, luego un cabaret de mala muerte y finalmente (cuando Enrique Arturo Diemecke, el entonces director de la Orquesta Sinfónica Nacional, la tomó como cuartel con sus amigos), se convirtió en el local preferido de la gente 'con onda'.

Roberta Vassallo Flickr

Los travestis interpretan clásicos de Rocío Durcal.

Y no cabe la mínima duda de por qué el antro es el santuario mismo del kitsch: en sus pocos metros cuadrados conviven mesitas bajas y sillones de plástico rojo y una enorme concha celeste que alberga en su interior a un DJ que ronda los cincuenta. Se sirven jaiboles (licor y refresco en vaso largo) o cerveza (en botella 'Caguama' de 940 mililitros) rigurosamente servida en vasitos de plástico por meseros de corbatín.

La música, por obvias razones, es 'incluyente' : desde las clásicas de Raphael hasta lo mejor de los ritmos tropicales.

La onda es bailar hasta desfallecer en una pista de cuadros luminosos que se encienden y apagan convocando a adolescentes en tenis y señoras con vestidos de lentejuela.

Por si fuera poco, en dos ocasiones durante la noche, desfilan desde las puertas de los baños pintadas con sirenas y pescadores, un ejército de bailarines con plumas en la cabeza y fruncidos en las mangas que rodean a 'las reinas de la noche': enormes (en todos sentidos) travestis que reinterpretan grandes clásicos de la talla de Rocío Durcal y Paquita La del Barrio.

Eso sí, para disfrutar de todo esto, uno tiene que llegar como muy tarde a las nueve porque aquí rige el concepto de la democracia nocturna en su máxima expresión: te formas en una fila, pagas la entrada y entras según el turno. Nada de selección en la entrada ni influencias de niño pijo ni el NRDA (nos reservamos el derecho de admisión) tan socorrido en esta ciudad.