WINDOHOEK (NAMIBIA).- Es una perogrullada: los elementos que configuran el paisaje urbano explican las relaciones entre sus habitantes y su forma de adaptación al medio. De esto hay infinidad de ejemplos, y uno de ellos es el transporte. En Windhoek, el uso del transporte calca eso que tanto se repite cuando se habla de Namibia: siendo uno de los países africanos con mayor estabilidad económica y política, internacionalmente catalogado como "País de Renta Media", también figura entre las naciones con una peor distribución de la riqueza entre sus habitantes.
Otra perogrullada: la finalidad del transporte público es ofrecer un servicio que satisfaga unas necesidades colectivas. Pues bien, en Windhoek esto es lo que hay (o lo que no hay):
Si uno quiere hacerse un dibujo mental del sistema de transporte colectivo en la capital de Namibia, que se olvide de lo que está acostumbrado a ver en España. No hay un sistema complejo de líneas, y la red de autobuses, más que una red, son cuatro hilos tejidos con desgana. El Metro aquí no existe ni como concepto.
Hay cuatro buses contados, recorren muy pocas zonas y pasan en momentos muy puntuales del día. No sólo son escasos sino que además son incómodos, y en varias ocasiones me han dicho que inseguros. Por ello, en Windhoek hacer uso del transporte público o privado generalmente no guarda relación con criterios como servicio, ecología, rapidez o conveniencia. Suele ser, por el contrario, un indicador del estatus social del usuario, como lo era en Europa hace unas décadas, o como lo sigue siendo en todo el mundo el escoger la zona de la ciudad donde uno va a establecer su residencia.
Debido al actual horario, quienes no tienen coche propio o están lejos de las zonas que frecuentan los taxis se las tienen que apañar como buenamente pueden para ir a trabajar, lo que muchas veces significa desplazarse a pie. Desde las primeras horas del día se puede observar el continuo goteo de peatones caminando hacia sus lugares de trabajo, generalmente desde los barrios del norte en dirección al centro de la ciudad.
En Windhoek el taxi es considerado transporte colectivo. Suele tratarse de utilitarios de mediano o casi siempre pequeño tamaño y bastante antiguos. En sus recorridos recogen a pasajeros diferentes. El conductor va depositando en sus destinos a la par que sube otros nuevos, de acuerdo al recorrido mental que se ha trazado. En un taxi el precio se paga por persona y longitud de la carrera. Existen distintas zonas en función de la distancia con respecto al centro de la ciudad. Cada zona suele ser un trayecto de entre 5 y 10 minutos de duración, y sale a 6,50 dólares namibios (unos 65 céntimos de euro).
Usuarios frecuentes del autobús son entre otros gente que trabaja en el servicio doméstico o en la seguridad, pero éstos también utilizan el taxi como medio habitual si los trayectos les son abonados en sus trabajos, aparte del salario acordado. De lo contrario, los 6,50 dólares namibios por zona y viaje pueden significar un gasto excesivo en salarios de entre 20 y 30 dólares namibios por cada jornada de 8-12 horas. Esto contrasta muy llamativamente con el salario que gana la otra parte de la población, la que sí puede hacer uso de un vehículo propio.
En Windhoek, el que tiene dinero se compra un coche, y si puede permitírselo, rara vez usa transporte público. Llama la atención en un paseo por el centro de la ciudad la gran cantidad de vehículos de gama media-alta que circulan habitualmente.
¿Quiénes son los propietarios? Hasta hace unos años, el dueño de un vehículo caro solía ser de raza blanca. Esta exclusividad ha cambiado con la independencia de Namibia (1990). Gente que trabaja en diferentes puestos de la administración, y miembros del gobierno y de importantes compañías son de raza negra, y pueden gozar de un elevado poder adquisitivo. En el pasado, y en el presente aún en zonas rurales, es una manifestación de poder el contar con un número elevado de cabezas de ganado: cabras, vacas. El progreso y las nuevas ideas de modernidad han sustituido a los animales por el automóvil, pero no han desaparecido las manifestaciones de ostentación como medio de reconocimiento social. El coche es una de ellas.
No deberíamos extrañarnos. En España y en todo el llamado mundo 'occidental' la ostentación (coche, casa, puesto de trabajo, joyas, etc.) es en muchos casos una expresión de poder que suele provocar el reconocimiento, e incluso la alabanza, entre los miembros de la comunidad. ¿Comparten cuna los hábitos sociales de aquí y de allí? Pongámonos en lo peor: si la respuesta fuera un sí, ¿aceptaría el glamour conocer su origen?
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Me gustaría saber qué cara ponen los namibios cuando a su taxi se sube un occidental, ¿le hacen sitio? ¿le ignoran? ¿le hablan?
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