De aquí salimos con una buena foto aunque tenga que morir alguien

Cuenta Richard Avedon, uno de los mas grandes fotógrafos y retratistas de la historia, que en abril de 1957, le encargaron fotografiar al duque y a la duquesa de Windsor. Él les conocía bien de haber coincidido con ellos en varias fiestas de la alta sociedad. También les había visto algunas noches en el casino de Montecarlo, y había observado sus reacciones al perder grandes sumas de dinero.

Alguien ha atropellado a un perro.

A media mañana los duques llegan por fin al set que se ha preparado en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York. La sesión empieza de manera decepcionante. Los duques posan de manera fría y estereotipada. Es imposible acercarse un ápice a lo que él había visto en sus caras en esos encuentros casuales. Entonces, Avedon, desesperado, para la sesión. "Discúlpenme, no consigo centrarme en su fotografía, porque mientras venía hacia aquí, el taxi en el que viajaba ha atropellado a un perro que ha muerto en el acto. Estoy desolado." En ese momento aprieta el disparador de la cámara y caza el retrato que estaba buscando: las cejas del duque arqueadas. Preocupado, sorprendido y agobiado. Y la duquesa a punto de echarse a llorar. ¿Manipulación de la realidad? No lo sé, pero seguramente este retrato sea el mejor y el 'más real' que nunca tuvieron. Avedon se la jugó a una corazonada. Los duques amaban más a sus perros que a sus joyas. Una vez vista la foto lo sabemos todos. Él lo supo antes.