Irremediablemente magnética, Amy Winehouse fascina a todo el mundo. A las revistas del corazón por sus impagables instantáneas caminando beoda y en sujetador por la gélida madrugada londinense o por los rastros de sangre en su piel cuando abandona el hotel que ha destrozado tras una de las habituales peleas con su marido. A los modernos por su extravagante aspecto: la raya rotulada de los ojos, el nido de mil especies que debe albergar su suflé capilar, su pecho servido en bandeja y los rumores de anorexia. A los románticos, por su tendencia autodestructiva y sus letras terminales. A los enteradillos musicales por su potente chorro de voz soul-jazz tan negro como el de Billie Holliday. A Charlotte Church, la sorprendida mujer con la que comparte escenario en este video, la incredulidad le impide adorarla. Claro, que un año después de que ambas versionaran este clásico de Michael Jackson, 'Beat it', le debe querer más que a nadie. Porque gracias a la alcohólica actuación de Amy, a Charlotte le ha visto y escuchado más gente de la que jamás pudo imaginar.