La diseñadora sueca afincada en Barcelona mostró más carne que ropa sobre la pasarela. Y es que sus modelos, si bien lucían una colección de invierno, iban más desnudos que tapados con prendas -eso sí- elaboradas en grueso punto y crochet como materiales más destacados. Los alternaba con piezas transparentes y brillantes para crear una contradicción entre lo rudo y artesanal y los materiales más glamourosos. El resultado era ciertamente regular y con un curioso regusto a no saber muy bien qué se ha visto.