Los labios de Sarah Palin, siempre jugosos y dispuestos, se han convertido en un sugerente icono. Carnosos y brillantes, prometen entreabrirse mientras se estremece de pasión con la misma naturalidad que disparan órdenes sin titubear. Provocan, también, a sus adversarios que los usan como símbolo de las tonterias o las mentiras que aseguran salen por su boca en ese eterno tono tierra que algunos expertos creen que se ha tatuado. La maquilladora Bobbi Brown estará encantada de que, sea o no permanente el color, haya elegido el mismo de la barra de labios que más vende la marca en el mundo entero. Palin se ha convertido en el sueño húmedo de miles de votantes, algunos jefes de Estado y hasta periodistas.