El referéndum Sarkozy

Hace menos de un año, Sarkozy culminó su ascenso al Elíseo tras obtener los votos del 53% de los franceses. Sin embargo, la figura del presidente ha brillado por su ausencia durante la campaña de las elecciones municipales francesas, que se celebrarán a dos vueltas, este domingo y el que viene. Asustados por su caída abrupta en los sondeos de popularidad, los candidatos de su formación, la UMP, han intentado alejarse de quien era hasta hace poco su gran estrella. Temen que los primeros comicios desde su llegada al poder se conviertan en un referéndum sobre el gobierno Sarkozy.

(EFE)

El presidente francés, Nicolás Sarkozy.

El presidente francés suele jactarse de que cumple lo que promete. No lo ha hecho en este caso. A principios de enero, afirmó que se implicaría personalmente en la campaña de las elecciones locales. Pero no contaba con el brutal desgaste de sus índices de popularidad en los últimos meses, que se hundieron hasta un 33% a finales de febrero. Tras convertirse en un handicap electoral, Nicolas Sarkozy ha optado por mantener un perfil bajo durante la batalla. Sin embargo, esta discreción no le ha impedido acaparar los titulares de la prensa gala, ya sea increpando a un agricultor u ofreciéndose a ir a buscar a la rehén de las FARC, Ingrid Betancourt.

Encantada por la caída en desgracia de Sarkozy, la izquierda ha apostado por destacar los vínculos entre candidatos del partido de la UMP y su líder. En Burdeos, donde se presenta el ex ministro Alain Juppé, los equipos socialistas han otorgado un lugar de privilegio en sus folletos a la frase "Sarkozy-Juppé = la misma batalla". En esa ciudad, sus esfuerzos no obtendrán recompensa, ya que los sondeos predicen la victoria del candidato conservador. Pero el temor de verse asociado con un presidente impopular ha animado a muchos otros candidatos a evitar toda vinculación con el presidente en su material de campaña.

Quien sí está disfrutando la batalla electoral es el primer ministro, François Fillon. Apodado "Mister Nobody" por sus detractores tras su llegada al Eliseo en 2007, ahora goza de una enorme popularidad, que ha llegado a ser de hasta 25 puntos superior a la de Sarkozy. Se ha puesto al servicio de los candidatos conservadores y ha viajado por todos los rincones de Francia. Con él, 22 ministros y secretarios de Estado están sudando la camiseta en estas elecciones, pero ellos tienen más que perder. En búsqueda de la "legitimidad de las urnas", se han presentado al puesto de alcalde aunque su victoria no está asegurada.

Los sondeos son inquietantes para los candidatos de la UMP. El último, publicado hoy, viernes, en Le Parisien, da una intención de voto del 44% a la izquierda y del 41% a la derecha. Pero todavía más simbólico resulta que los socialistas parezcan seguros de mantenerse en el poder en París y Lyon y aspiren a ganar grandes ciudades como Rennes, Lilles y Estrasburgo.

Frente al peligro de que varios ministros sufran una debacle electoral, el jefe de la UMP, Patrick Devedjian, ha afirmado que conservarán sus cargos ministeriales aunque salgan derrotados. Su declaración resultará tranquilizadora a los que recuerdan con miedo cómo Alain Juppé tuvo que dejar su cargo de ministro de Medio Ambiente en 2007 tras perder su puesto de diputado tan sólo un mes después de haber estrenado su nuevo despacho.

Aunque los sondeos apuestan por una victoria de la izquierda, el jefe de los socialistas, François Hollande, está animando a sus tropas a que vayan a votar. Teme que las proclamas triunfalistas tengan un efecto desmovilizador entre los votantes, sobre todo ahora que la popularidad de Sarkozy está dando al fin ligeras señales de recuperación.

Animado tras obtener las mejores cifras de paro en veinticinco años (un 7,5%) el presidente ha cobrado más protagonismo en la última semana. Aún así, no se ha mostrado especialmente optimista, quizás por su temor a que los electores sigan irritados frente a la inflación y su perdida de poder adquisitivo. Este jueves, en una entrevista en el diario Le Figaro , se protegió por adelantado de un posible varapalo en las urnas: "Mi deber es valorar las cosas en su momento, con distancia y sangre fría. No tengo ninguna intención de cambiar mis labores de Gobierno en función de las votaciones locales, regionales o europeas que nos esperan. No cambiaré de rumbo."